SARAGURO

13.05.2017 19:35

VUELTA A SARAGURO VEINTICINCO AñOS DESPUES

Roberto Santana

04/2017

Hace un par de meses tuve la alegría de volver a Saraguro después de una ausencia de un cuarto de siglo. Allí fuimos recibidos, Paulina y yo, por los amigos indígenas de tres generaciones de manera tan afectuosa y fraternal que la emoción despertada en nosotros no la olvidaremos jamás. Es a modo de agradecimiento que escribo estas páginas breves, testimonio de mis impresiones de viaje y de lo que pienso sobre el futuro de su pequeña “república indígena” objeto de varios de mis escritos en el pasado. Testimonio también de que sigo como siempre interesado en la suerte de todos ellos.

Desde mi llegada me aparecieron los signos inequívocos de que la población de la “pequeña república indígena” de los saraguros había hecho abandono de la larga y lenta evolución que había dominado su existencia hasta los albores del nuevo siglo. En efecto, el automóvil y las camionetas se habían apoderado de los caminos llevando a las comunidades, las casas de construcción moderna habían aparecido por aquí y por allá coloreando el paisaje, jóvenes y menos jóvenes y en todas partes manejaban el teléfono portable, en el trabajo al menos muchos hombres se vestían como en cualquier parte del Ecuador, los jóvenes habían adoptado el zapato sport de marcas americanas o europeas. El Internet era de uso habitual para la generación joven y su influencia era manifiesta en el seno de las familias, incluso en la adopción de recetas de cocina.

Sorprendentes cambios materiales que parecían ser bien digeridos por el cuerpo social, al menos en apariencia, no parecían modificar lo substancial del modo de vida que visiblemente permanecía todavía tradicional. Esto era observable en la vivacidad de las costumbres vestimentarias tradicionales, públicamente aparecían mas cuidadas que antes y particularmente durante las fiestas (pasamos allí el fin de año 2016) creando una imagen de extraordinaria particularidad cultural, como sucedía treinta años atrás. Con los días íbamos a comprobar que progresos importantes se habían hecho en la fabricación de la vestimenta tradicional. Las fiestas y los rituales antiguos se conservaban aún con gran vivacidad y niños, jóvenes y viejos participaban con entusiasmo. Tales manifestaciones habían sufrido muy escasas modificaciones formales y eran estimuladas por los cabildos y el municipio como fuerte marca de la identidad indígena local. En el plano de la vida cotidiana los cambios mas significativos los íbamos a constatar en la alimentación, habiéndose enriquecido al menos en las capas sociales de mejor status social, en el uso generalizado de la electricidad y en el comienzo del equipamiento para facilitar las tareas domésticas.

Los cambios anotados están ligados íntimamente a la crisis económica que azotó al Ecuador en esos primeros años del siglo, la que  provocó una especie de temblor de tierra : una emigración masiva, principalmente de la población joven y adulta en estado de trabajar, hacia el extranjero, España y EEUU en primer lugar pero también a otros países y a Quito, la capital. La crisis había tocado el interior mismo de las comunidades y la gente se vió obligada a emigrar; los que permanecieron en sus lugares la resintieron también con fuerza y la situación económica de las familias desmejoró considerablemente.

El comienzo de las ayudas enviadas por los emigrantes a sus familias aminoró los efectos negativos de ese periodo difícil, pero también eso marca el comienzo de una ruptura histórica consistente en una aceleración contradictoria de los procesos sociales y productivos, rompiendo con la lenta modernización observada en los últimos años del siglo XX que siempre habia sido controlada con mucha prudencia por los grupos familiares y los Cabildos. El proceso actual de modernización se produce dando saltos generacionales bruscos, cambiando las formas de funcionamiento que aseguraban anteriormente la cohesión social y por lo mismo rompiendo con la regulación comunitaria tradicional. Esta se ha debilitado porque de cierta manera los grupos familiares se han desagregado al impacto interno de la migración, los cabildos han perdido fuerza aunque conservan algo de su legitimidad y el contexto general permite que tiendan a dominar en ciertos aspectos de la vida social y del desarrollo el desorden y también las acciones incoherentes.

La crisis española de los años 2010 provocó el regreso de muchos migrantes pero otros permanecieron en España, unos pocos se formaron o conocieron de oficios especializados, otros conocieron las experiencias españolas sobre diversos aspectos productivos. Ellos van a iniciar en sus comunidades pequeñas actividades innovadoras. Los que se quedaron en Europa continúan ayudando a sus familiares quedados en Saraguro, los jóvenes estudiando, muchos en estudios universitarios, o con otras ayudas para mejorar la vida. El mismo fenómeno se observa con los que se han quedado en los EEUU, de donde seguramente el aflujo de dinero es mas importante.

En todo caso lo que domina hoy con los envíos de dinero venidos de afuera son las inversiones inmobiliarias por sobre los emprendimientos productivos. Sin duda en este período se están dando los cambios mas directamente visibles en el paisaje y tal vez los mas chocantes, porque aparecen como fuera de control de las autoridades comunitarias y del municipio actualmente en manos indígenas. La construcción inmobiliaria está fuera de todo ordenamiento del municipio y del cabildo rompiendo con la armonía tradicional del hábitat indígena, del que se puede decir que poseía un estilo depurado, de cierto modo austero pero enormemente adaptado al paisaje, que lo hacia muy atractivo para el visitante. El modelo podía sufrir modificaciones y en muchos casos eso se hacía, se le agregaba un mirador, o se le construía un segundo piso y se le instalaba un balcón, a veces se modificada la forma estrictamente rectangular para hacerle un agregado o se le hacia una protección a la puerta principal, entrando la puerta un metro o algo mas, pero todo ello conservando el estilo original. Hoy podría introducírsele otras modernizaciones adaptadas, sea para ganar en luminosidad construyendo ventanas por los lados o en el techo, combinar mucho mas la madera y el adobe tradicional, empleando a lo mínimo el cemento para lo básico ligado al suelo, o para un sostén indispensable.

Contrariamente a todas esas posibilidades, una buena parte de los emigrados envían dinero, frecuentemente acompañado de su deseo que se le construya una casa, para él o para algún miembro de su familia, según el modelo de la fotografía que hace llegar, de un bungalow americano o un modelo de casa mediterránea española. Se puede entender la loable intención de hacer construir una casa en su comunidad de origen, lo que demuestra el apego al terruño, pero también esperar que la nueva morada lleve la marca identitaria de aquél que anda por otros mundos. Esta conducta refleja sobre todo una total ausencia de reflexión acerca de la importancia del desarrollo patrimonial fundado en la tradición, que es lo que asegura la identidad y la sustentabilidad del desarrollo local, en este caso comunitario.  

Algunos arquitectos o constructores se prestan a ese juego creando en algunas comunidades sectores o barrios que son un verdadero caos que rompe la armonía del conjunto tradicional, con el agravante que por su alto costo la mayor parte permanece a medio construir por alguno años. La mayor parte de esas construcciones se costean a crédito fácil de largo plazo y el que trabaja en España o EEUU o alguna otra parte va a pagarlo una buena parte de su vida activa. Por suerte, no todo el mundo cae en este tipo de sideración y hay ejemplos de comunidades, cuatro o cinco, que han sabido guardar la ponderación, habiendo sus respectivos Cabildos decidido regular la construcción urbana  porque han adquirido conciencia de que los turistas no van a llegar a Saraguro a descubrir los bungalows americanos o las casa españolas sino un hábitat diferente, propio de la diversidad, con una fuerte impronta identitaria. Esto sucede en Namarín y algunas otras.

Fuera de eso hay en Saraguro profesionales y artistas que tienen consciencia de la importancia de una estrategia patrimonial para la evolución de la sociedad local indígena y entre ellos Toa Ortega, arquitecta, de la comunidad de Lagunas quien, entre otras cosas, promueve la evolución prudente de la arquitectura local y solo acepta ocuparse de proyectos arquitectónicos fundados en la tradición de hábitat Saraguro, por cierto aceptando modernizaciones diversas y deseables guardando el estilo pero empleando técnicas antiguas y modernas y también combinación de materiales. O el pintor Luis Lozano quien se ocupa de formar jóvenes pintores y de exponer mas allá de Saraguro, incluso en los países vecinos, los motivos, las iluminaciones y los sueños de los artistas jóvenes.  O el chef de alta cocina, Samuel Ortega, empeñado en divulgar las artes gastronómicas con una filosofía de cruce de lo tradicional con lo moderno, con utilización de productos locales y con empleo de técnicas innovadoras. También abogados jóvenes que actúan como consejeros en la aplicación de la justicia indígena, válida para toda primera instancia en los juicios llevados a cabo en las comunidades. Y profesores de enseñanza básica que aplican métodos innovadores en la formación de las nuevas generaciones. Todo eso habla de la existencia en Saraguro de un embrión de sistema de actores que ya ha empezado a actuar como un motor de desarrollo local de nuevo tipo articulando fuertemente tradición y modernidad.

Por otro lado, puede discutirse la opción hacia lo inmobiliario querida en prioridad por los que envían dinero en desmedro de una opción por algún emprendimiento productivo o de servicios, donde sí vale la pena invertir para emplear útilmente los aprendizajes o la profesionalización adquirida por los jóvenes en el país o en el extranjero. Es cierto que algunas comunidades se han abierto al ecoturismo creando un mínimo de condiciones de acogida. En este tipo de inversiones se justificaría mucho mejor el esfuerzo personal y el endeudamiento crediticio portado hasta ahora sobre la construcción de viviendas. Este endeudamiento en general es de larga duración y habría que preguntarse ¿Qué es mejor, si endeudarse para desarrollar una actividad productiva y mejorar asi la situación económica familiar, o para construirse una casa lujosa desde el principio? En todo caso, la prioridad acordada a la construcción en las comunidades ha aumentado el valor del suelo a cifras fuera de toda medida y ello por cierto dificulta el acceso a los que tienen escasos recursos.

Es posible que el carácter brusco de este tipo de cambio, rupturista y ostentatorio, haya provocado de cierta manera en otros miembros de las comunidades una reacción contraria, de cierre identitario, provocando la acentuación de la tendencia al conservatismo de la tradición en ciertos miembros de las comunidades. Incluso entre aquéllos que habían accedido a un cierto status, principalmente enseñantes, quienes se resisten a tocar nada del patrimonio heredado, incluso a tocar aspectos inconfortables en el hogar.  Reacción perfectamente comprensible, porque la modernidad brusca aparece como un peligro inmediato, mientras que una transición prudente a la vida moderna puede avanzar insensiblemente, paso a paso. Algunos que resisten piensan que entrar en el capitalismo va a ser la pérdida de la tradición, sin darse cuenta que están ya hace mucho tiempo en el capitalismo y que para evitar sus aspectos mas negativos y perniciosos lo que conviene es pasar a la acción y adoptar lo bueno, o lo mejor, y resistir lo otro, dándose con ello un modelo propio de desarrollo comunitario. Creo que el mundo indígena saraguro está hoy con esta contradicción que solo podrá ser superada en base a información, cultura política no inflexible, diálogo o debate permanente al interior de las comunidades.

Este proceso de transición en que está sumido el pueblo indígena saraguro, exige una movilización dinámica de la población, exige de los cabildos una fuerte responsabilidad y clarividencia como única manera de orientar el futuro de las nuevas generaciones. El desarrollo local en buenas condiciones, es decir con mejor vivir, con respeto del medio ambiente, con entreayuda y cultivo de la cultura heredada ( las instituciones dirían “desarrollo sustentable”) no es posible sino con actores locales que intercambien sus ideas, sus experiencias, que se interesen en las experiencias de otros y que practiquen una acción colectiva razonada. Y que tomen conciencia clara de la necesidad de enfrentar los desafíos del futuro portando una ideología patrimonialista que busca innovar a partir y desde la tradición. Será la manera de asegurar  la continuidad de la identidad indígena saraguro.

A todo ello debería contribuir el contexto constitucional e institucional actual. Existen brechas que pueden ser utilizadas y amplificadas: por ejemplo, en relación con el Municipio Autónomo Intercultural de Saraguro, actualmente en manos de los indígenas, el que podría sensiblemente ser mas eficaz y mas atento o respetuoso de los intereses y opinión de las comunidades. ¿Qué estaría faltando para que cumpla mas eficazmente sus funciones y evite malentendidos y a veces hasta descontento? Estaría faltando que la política del municipio se haga en mejor entendimiento con los miembros de las comunidades y con los cabildos que son su instancia representativa. Quiero decir que, por ahora, la voz del cabildo no tiene ninguna fuerza frente a la voz de los consejeros municipales que son electos por votación popular en la totalidad del cantón, pero los miembros del cabildo son electos en la comunidad. Es por eso que la municipalidad puede tomar decisiones que pasan a veces por encima de la comunidad, actuando en el territorio de ésta sin hacer caso de la opinión local predominante. Creo que hay que buscar la fórmula que permita un reequilibrio entre poder municipal y poder comunitario.

Una solución que reequilibraría los poderes al nivel del cantón Saraguro, y que marcaría mucho mejor el carácter de territorio autónomo con el cual se define, y sobretodo para marcar fuerte la idea de un desarrollo local con la implicación de los actores locales, seria una repartición del poder a nivel cantonal entre el nivel nacional y el nivel local. Para ser coherente con la autonomía territorial, la conformación del poder municipal podría imaginarse asi : alcalde elegido popularmente, designado candidato por un partido nacional ( Pachakutik u otro) pero consejeros municipales por derecho propio, los presidentes de Cabildos de las comunidades. Es decir se crea entonces un equilibrio político entre el nivel nacional y los intereses locales de las comunidades.

Esta me parece una idea que habría que negociar dentro del contexto del reconocimiento constitucional de la pluriculturalidad. Hay que imaginar también cómo queda representada en el consejo la parte no-indígena que existe en el cantón. Pueden hacerse representar en el consejo, atendiendo al porcentaje de población que representan, por alguna organización de base que la represente (parroquia, comité o juntas vecinales). Así se resguarda la pluriculturalidad. Esto supone reconsiderar el mandato de dos años para los miembro de los Cabildos, por la necesidad de correspondencia de tiempo de mandato entre el presidente de un Cabildo y el Alcalde del cantón.  La composición interna del Cabildo, hasta ahora privilegio de los mas antiguos, debería también cambiar para asegurar que haya puesto no solamente para los antiguos líderes sino también para jóvenes líderes con formación profesional, con vocación para el liderazgo y con capacidad de negociación eficaz.

Con tales arreglos negociados con el gobierno central no solamente se enriquecería la capacidad de los liderazgos al nivel del cantón, sino que se enriquecería la democracia reforzando los poderes locales. El gobierno central no podría subestimar tal posición de la parte indígena, como la Constitución no desestimó por ejemplo la demanda indígena de legalizar la justicia indígena en una primera instancia.

Hasta aquí llego en mis reflexiones, esperando que las nuevas generaciones indígenas sabrán desarrollar las ideas para elaborar estrategias de desarrollo local que les permitan apropiarse de lo mejor que ofrece la modernidad, rechazar lo nefasto que ella acarrea y continuar su evolución en una lógica de búsqueda del mejor ensamblaje entre la tradición y la modernidad, única manera conocida de darle continuidad a la identidad colectiva.

 

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