POBREZA CULTURAL

 

LO AUDIOVISUAL Y SU RELACION CON LA CULTURA.

Roberto Santana.

La política cultural es a mi juicio la herencia mas pobre que dejaron los gobiernos democráticos que se sucedieron en Chile hasta la llegada del actual presidente Piñera. Es un tema que no me ha abandonado desde mi ultima visita al país y por eso he decidido poner en orden algunas observaciones que apuntan a los factores determinantes de los fuertes handicaps culturales reinantes.

Primera observación: fuera de las personas ligadas a la academia universitaria y de las personas cultas de la clase alta y media, es muy difícil en Chile discutir con alguien mas allá de un minuto sobre un tema de interés general. Rápidamente el interlocutor cambia de sujeto y deja el tema en el aire. ¿Falta de información sobre los objetos de conversación, o algo mas grave, algo que podría ser asimilable a la generalización de una suerte de extraña “mentalidad sincopada”? Una cosa puede ir con la otra. Segunda observación: la restricción de los temas de conversación, los cuales giran persistentemente en torno a lo cotidiano, al acontecer familiar y a los hechos espectaculares de la crónica policial y por cierto al fútbol. Tercera observación: empleo superficial de una terminología moderna sin asumir efectivamente la realidad de los contenidos y sus implicaciones practicas.

No soy el único observador en constatar que el estado cultural de la población chilena es deficitario, para no decir grave, pues en las capas populares domina sin contrapeso la cultura de masas vehiculada principalmente por la televisión y la radio y podemos preguntarnos si esto va a continuar siendo compatible con la realidad de un país que ha evolucionado al punto de pretender alcanzar rápidamente el estatus de país desarrollado. O con la posibilidad de honorar la imagen de prestigio que ha logrado en el nivel internacional. Los lideres chilenos consideran que el país está en el umbral del desarrollo y no parecen darse cuenta que el pobre estado cultural dominante en la sociedad juega como un handicap tremendo para aspirar a nivelarse con los países considerados desarrollados.

El empobrecimiento cultural está hoy mas ligado a la influencia sin contrapeso ejercida por el sistema audiovisual que a las debilidades del sistema escolar. Cuatro fuentes de empobrecimiento cultural pueden ser fácilmente percibidas en los programas audiovisuales: la farándula, la telenovela, el football y la religión. Si se va a la televisión, las pantallas están dominadas por la farándula, cuyo escenario favorito es la cocina u otros espacios interiores, es decir la intimidad familiar y personal; allí todo se toma a la broma y el humor muy generalmente es de doble sentido (y a veces de un solo sentido) y de mal gusto. Allí todo es relativizado, responsabilidad personal, libertad de lenguaje, honestidad, sentido de la disciplina, respeto por el otro. Es el alimento cultural obligado (porque no hay otra cosa) de las mañanas de las dueñas de casa, de los empleados domésticos, de los jubilados, de los enfermos y de algún allegado a la familia. Para estas mismas personas, la tarde es el turno de las telenovelas, cuyas virtudes formativas todo el mundo sabe cuales son, con un público aumentado, además, al final de la tarde pues se incorporan los familiares que vuelven del trabajo, principalmente las mujeres, las cuales acuden presurosas a instalarse frente a la pantalla para no perderse el capitulo del día. A esta televisión abierta dominada por la farándula y por la telenovela tiene acceso el 70% de los chilenos y se puede afirmar sin riesgo de exagerar que ella conforma en gran medida la cultura de masa que domina en el sociedad.

El football y la religión campean sin contrapeso al final de la tarde y por las noches en todo el espacio radiofónico: a un locutor de football sucede un pastor evangélico, a éste un sacerdote católico, o viceversa, y a veces hasta se entremezclan. A comienzos de este año 2010 estuve viviendo casi dos meses en una localidad de la carretera austral a 130 kilómetros al sur de Puerto Montt. A tal punto eran la similitud y el matracaje de este tipo de programas en las radios chilenas accesibles, que terminé por escuchar programas de la radiofonía argentina, por suerte un poco mas diversificados y amenizados con tangos clásicos y contemporáneos.

El ritmo sincopado es la lógica de la programación televisiva de la noche : cada diez o quince minutos el film que alguien está siguiendo se interrumpe para dar paso a la publicidad y el espectador es sometido a un incesante ejercicio de retomar el hilo de la historia del film; muchas veces, el espectador que se aleja de la pantalla durante el entreacto, cuando vuelve a mirar la pantalla se encuentra con la publicidad de otro film y si, por mala suerte, está un poco somnoliento o distraído corre el riego de pensar que estuvo soñando el primer film.  Una suerte de universo borgiano!

La dinámica sincopada, o “a sacadas”, a que es sometido el espectador de televisión explica sin duda en gran parte la constitución de esa suerte de “mentalidad sincopada” que señalé al principio. La pobreza de la información no problematizada transmitida por la radio y la televisión no tiene en la actualidad muchas posibilidades de contrapeso por la iniciativa individual: la incitación a la lectura del gran publico no existe, los libros son casi inaccesibles para la población de recursos limitados de la misma manera que lo es la prensa escrita. Frente a los efectos perniciosos de la proliferación de los programas farandulescos, de las telenovelas, de las transmisiones de football (se sigue el football europeo como antes se seguían las pichangas de barrio) y de los mensajes de salvación de las diversas religiones, no hay fuerza que se oponga. La escuela, con todo lo que pueda hacer, no tiene la fuerza suficiente de contrapeso. El acceso a Internet el cual, según la utilización que se haga, puede permitir abrirse a otros horizontes culturales, no está al alcance de la mayoría de la población.

La pregunta se impone: ¿Porqué el Estado democrático que ha ido asumiendo poco a poco su rol de regulador en relación con la economía de mercado no ha hecho lo mismo en relación con el mercado cultural dominado por el sistema audiovisual. Puede decirse que aquí sigue dominando el carácter “salvaje” con que se inició la transición al neoliberalismo bajo la dictadura. Pero ¿Para cuando un cambio de situación? La Concertación pudo haber hecho avanzar la percepción del problema, abriendo primero un amplio debate nacional sobre este handicap mayor de la sociedad chilena y enseguida, usando la táctica de los acuerdos, tuvo un cierto espacio para hacer avanzar una política audiovisual responsabilizada con la cultura pero no lo hizo. Todo parece indicar que las élites chilenas de izquierda, de centro y de derecha, prefieren mantener el statu quo ¿Porqué? ¿Es que prefieren  una población inculta para mejor perennizarse en el poder? ¿Es que encuentran que la cultura no es importante para la participación democrática y para el desarrollo económico? Ellas cuentan con el apoyo o la complicidad de periodistas, animadores, productores y artistas comprometidos con el sistema audiovisual tal cual existe. Una suerte de complicidad que parece inamovible. Los cuatro candidatos de la elección presidencial pasada no hicieron la mas mínima reflexión ni propuesta a propósito de la cuestión cultural, ni siquiera insertaron un párrafo  en sus declaraciones programáticas.

Yo tuve una prueba directa de la subestimación del problema por el establishment. Días antes del ultimo debate entre Frei y Piñera, uno de los periodistas del panel dió acceso a su sitio Internet para que el publico participe interpelando a los candidatos. Con unos amigos santiaguinos escribimos un párrafo, no muy largo, para argumentar la importancia de la regulación del mercado audiovisual para la cultura de masa y preguntar a cada candidato cual era su posición frente a ese tema, esencial para superar la pobreza cultural reinante. La idea era que se produzca un intercambio de reflexiones sobre la regulación del mercado audiovisual, sobre la posibilidad que el Estado establezca normas y limites a los usuarios de los espacios audiovisuales, pero el periodista en vez de leer nuestro texto simplificó al extremo nuestra intención preguntándole al candidato Piñera, “lo que pensaba de la programación audiovisual”. Por cierto, la respuesta fue a la altura de la pregunta: “los programas deben ser diversificados, de todo un poco”...

Unos días después me aboqué a la lectura del libro de Edgardo Boeninger, “Chile rumbo al futuro”, publicado a fines del 2009 y prologado elogiosamente por Alejandro Foxley. Es conocido el rol de mentor intelectual jugado por Boenninger en la definición de las estrategias de la Democracia Cristiana y de la Concertación. A partir de su experiencia y funciones durante los gobiernos pasados, el autor aborda con propiedad e inteligentemente una multiplicidad de temas que a su juicio serán cruciales para la suerte del país en los años que vendrán. Pero la cultura es el gran ausente en estas reflexiones que pretenden dar una visión panorámica de lo que  deberían abordar obligadamente los gobiernos futuros.

A propósito de esta subestimación del problema por los componentes de la clase política se podría avanzar otra hipótesis: que ellos manejan una concepción estrecha de la cultura. Por ejemplo, en entrevista reciente (El Mercurio, 30 de mayo 2010) el ex presidente Lagos decía: “Cultura es lo mas profundo del alma de un país”…”En un mundo global, la cultura es lo que le da sustento a la nacionalidad”. De cierta manera esta visión sugiere una identificación de la cultura en general a la cultura popular y en tal sentido pareció entenderlo también el gobierno que sucedió a la presidencia Lagos. El fomento de las culturas locales o regionales “como manera de hacer revivir las tradiciones populares” fue efectivamente lo mas enfatizado por la política del gobierno Bachelet, desentendiéndose ampliamente de incentivar una cultura universalista, ilustrada, artística, literaria, humanista, vehículo el mas eficaz para estimular en los individuos el ejercicio de una cierta racionalidad y el desarrollo de una sensibilidad hacia valores mas elevados. Se subestima el medio mas seguro de motivación para que los individuos hagan suya la idea de “cultivarse a si mismos” y que al lado de la emoción, de las imágenes y de las creencias cultiven el interés por la racionalidad de sus discursos y de sus comportamientos.

Es ilusorio que se pueda mejorar la calidad de la oferta radio-televisiva actual simplemente ampliando la cobertura de la televisión abierta y desarrollando la televisión digital, como parecía sugerirlo al final de su gobierno la presidenta Bachelet. No es una cuestión de números, de magnitud o de tecnología mas avanzada, sino de contenidos, de calidad de los mensajes, de los horarios de difusión, de calidad de los animadores y de los participantes invitados. Demás está decir que un paso significativo en favor de los telespectadores seria ya buscar la manera de luchar contra el parasitaje insoportable provocado constantemente por la publicidad comercial.

Todo el esfuerzo hecho desde la presidencia Lagos por crear una institucionalidad moderna para la gestión de la cultura, esfuerzo proseguido por la presidenta Bachelet, puede ser considerado como loable, pero en revancha, la inversión de fondos y otros esfuerzos para estimular la transmisión de contenidos de calidad, el estimulo a los creadores artistas e intelectuales para que tengan una presencia densa en los espacios comunicacionales, no siguió. Por el contrario, se invirtió mucho en la creación de un aparataje de gran pesantez burocrática. El laissez-faire en el espacio audiovisual no fue tocado.

El gobierno actual, por principio, no tiene ningún interés particular en enfrentar la regulación del mercado cultural dominado por un sistema audiovisual vinculado a los grandes intereses económicos y financieros que lo apoyan. El Mensaje presidencial del 21 de mayo asume que “ el país de las oportunidades requiere un verdadero desarrollo cultural ”. Promete aumentar los recursos, modificar la ley de donaciones culturales y crear una “carretera digital de la cultura”. Sea, y esperemos. Pero nada sobre los poderosos medios formadores, o deformadores, de la cultura popular.

Por eso, el establecimiento de nuevos equilibrios en la oferta audiovisual debería transformarse en el caballo de batalla de todos los que aspiran a un Chile desarrollado y quieren de verdad una renovación de la política y de la democracia.

(publicado en CHiLE DE LEJOS Y DE CERCA, ediciones CEDER)