LOS HUILLICHES DE OSORNO: UNA SOCIEDAD ÉTNICA SIN PROYECTO PARA UNA REGIÓN EN CONSTRUCCIÓN[1].

1996

 Roberto Santana.

                   

"Pensar la unidad de lo que es múltiple y también la diversidad de lo que es uno" (Edgar Morin)

 

La población indígena huilliche es uno de los componentes insoslayables de la diversidad cultural en la X Región. El tema está presente en los documentos-diagnóstico oficiales, en los estudios universitarios y también en el imaginario citadino. Sin embargo, para el observador exterior, el "agarre" de esa realidad no es un proceso fácil por cuanto el sujeto del que se habla parece provisto de la doble virtud de estar "presente y ausente" a  la vez. Me explico:  los huilliches  son cuantificables en tanto población, sus comunidades son localizables y sus actividades económicas son descritas, pero al mismo tiempo aparecen como inexistentes en las estrategias  institucionales y en el espacio público. A las organizaciones representativas, si ellas existen, no se las ve públicamente; de manifestaciones culturales específicas no se tiene información, o se realizan tan raramente y sin publicidad que es como algo que no interesara a nadie. Todo esto plantea un problema: el tema del "sujeto" o, mas ampliamente, el tema del carácter que asume en este caso específico la diversidad cultural y la problemática particular que ella sugiere para toda política pública y para toda actividad de planificación. Ahora bien, si la identidad del sujeto del desarrollo se esfuma es que hay un problema.

 

UNA  SOCIEDAD  "POBRE",  PERO  SOBRETODO  UNA  SOCIEDAD  "SIN PROYECTO".

Lo que acabo de señalar, ¿no tiene acaso su origen en que las diversas manifestaciones de preocupación por la sociedad Huilliche  expresan  mucho  menos  una  inquietud  por  la problemática del Otro, es decir,  del  sujeto étnico en sus circunstancias,  específico  en  su  expresión  y  potencial cultural, que por la condición socio-económica de una población calificada habitualmente como  "marginal",  como  pobre o en situación de "extrema pobreza"? Podemos imaginar, o entender, que la sociedad osornina encuentre insoportable la pobreza de San Juan de la Costa, puesto que ella por el contrario ha gozado de una cierta holgura económica a lo largo de su historia. Es  así que  emerge  una  identificación  desde  el exterior marcada, por la desigualdad económica más que por lo cultural/étnico, y sin embargo, es discutible que el estado de pobreza sea el primer elemento definitorio de lo indígena huilliche.

Si tomamos al pie de la letra el punto de vista de los economistas en el sentido de ligar pobreza y déficits en capital humano (educación, salud, etc.) u otros factores de orden económico-físico, es posible que no entendamos gran cosa de  la  pobreza  "circular" que  parece  haberse  instalado durablemente en las áreas indígenas. Detrás de situaciones de pobreza como ésta, y como otras que podrían tomarse como ejemplo, existen mecanismos de inercia que tienen su origen en profundos traumatismos psico-sociales ligados a violencias de todo  tipo, a humillaciones y a frustraciones  múltiples, a vergüenzas infinitas que han afectado la intimidad misma de los seres humanos,  dejando heridas profundas en la identidad personal y de grupo. Ahora bien, las heridas identitarias no se curan con recetas puramente técnicas o económicas. Es necesario reconfortar los espíritus restituyendo dignidad y derechos a los seres humanos y ello pasa en primer lugar por acciones de restitución, de reconocimiento y de compensaciones simbólicas.

Por lo mismo, las reflexiones que voy a hacer tienen como objeto mostrar que lo importante hoy en relación con la población huilliche no es tanto que sea pobre sino, y ante todo, que sea una sociedad étnica "sin proyecto". La cuestión importante entonces es preguntarse por las  razones que determinan la ausencia de proyecto estratégico huilliche en un momento de la historia nacional que es, en apariencia al menos, el más favorable al desarrollo de los pueblos indígenas, mucho tiempo después de la pérdida de sus autonomías y de su incorporación a la  soberanía del Estado chileno:  hay en efecto, desde 1993 el reconocimiento legal de la etnia Huilliche comportando obligaciones de parte del Estado hacia ella. En un contexto más general, hay el reconocimiento universal del valor inestimable de la diversidad en el nuevo desarrollo, como factor moderador de los excesos de la uniformización. Es importante por lo mismo interrogarse sobre la posibilidad y las condiciones de emergencia de un proyecto étnico huilliche al interior de las estrategias de desarrollo regional.

No es aventurado decir que la noción de proyecto fué ajena a los grupos huilliches "no incorporados" y que nunca hubo "proyecto" en el sentido moderno del concepto, es decir, de una estrategia asegurando un  continuum  histórico cargado de sentido, tal como se le entiende en el racionalismo europeo-occidental, particularmente después de Hegel. No tenían necesidad de tal perspectiva. La idea de proyecto toma cuerpo desde que la modernidad es el objetivo que se plantea una sociedad  cualquiera. Sería entonces posible explicar esta ausencia de proyecto por el hecho mismo que la modernidad no es, al menos de manera consciente, el objetivo primero de la sociedad huilliche de hoy, cuando precisamente la noción de modernidad es la piedra de toque de todos los desafíos de los actores implicados en la problemática regional.

Alguien podría argumentar que la resistencia, abierta o velada, a los españoles primero y a los chilenos y alemanes después, tuvo valor de proyecto o que la defensa permanente de sus derechos territoriales juega ese mismo rol, pero con ello no se puede calibrar ni se explican los verdaderos desafíos de una sociedad minoritaria obligada a trabajar en los instersticios y vericuetos de  relaciones  ínter-étnicas muy disimétricas. Sobretodo, si se tiene en cuanta la intensidad y amplitud de la ola de modernización que vive el país.

Se sabe cómo el contacto con la modernidad, a través de la empresa conquistadora primero, y a través de la relación de dominación establecida por la sociedad regional después, ha sido para  los huilliches una fuente de traumatismos, de deslocalización geográfica y de desagregación  social, de etnocidio en suma. En realidad, este pueblo ha conocido sólo el lado perverso de lo que ha sido el desarrollo modernizante y de cierta manera eso juega como un handicap tremendo a la hora en que la legislación chilena viene a protegerlos y en que se crean las condiciones externas para una resurgencia étnica. Porque las condiciones internas para una toma en mano de un proyecto  modernizador parecen estar muy lejos de ser favorables.

UNA SOCIEDAD INDÍGENA MARCADA POR LA DESTRUCTURACION.

Contrariamente a lo que ocurre con los Mapuches de Cautín, o con la mayor parte de las etnias autóctonas en los Andes peruanos o ecuatorianos, lo primero que sorprende al observador es la ausencia de líderes huilliches modernos en la provincia de Osorno, es decir, de una élite dirigente apta a funcionar con el exterior, eficaz en la negociación de los intereses de la etnia indígena y sobretodo con visibilidad y capacidad para definir una estrategia de modernización social. Así, la  CONADI, o Corporación  Nacional de Desarrollo  Indígena, no tiene interlocutor indígena válido    en la provincia, independientemente de la existencia de numerosas organizaciones más o menos formales, más o menos autóctonas, más o menos locales, tema sobre el cual volveremos más adelante.

En una primera aproximación, la explicación aparece como relativamente sencilla. Basta con  considerar  los  datos ralativos a los bajísimos niveles educacionales aportados por un estudio en la Comuna de San Juan de la Costa: en uno de los extremos, el cuarto de la población es analfabeta y en el otro apenas el 0,22% ha llegado a realizar 13 años de estudios. Otro dato esclarecedor: el 43,52% de la población ha cursado apenas de 1 a 4 años de escuela primaria[2]. Sin duda estos parámetros son importantes, sobretodo si se toma en cuenta que los cambios sociales que  acompañan  el  desarrollo, en particular la educación y la formación profesional, parecen liberar una exigencia cierta de reconocimiento por parte de los individuos, lo que no sucede o existe mucho menos entre las gentes menos educadas y más pobres.

Pero miradas las cosas en una perspectiva mas amplia, hay que decir que el contexto societal interno de los Huilliches de Osorno es desfavorable por muchas otra razones a la emergencia de   una élite instruida disponible para la empresa colectiva modernizadora. Los mecanismos históricos de desintegración de la sociedad huilliche venidos de afuera continúan activos, fragilizan la identidad étnica y erosionan la confianza en sí mismos de los jóvenes huilliches.

En primer lugar, el sistema educativo fué dejado por largos años a la empresa misionera,  cuyo rol además de cristianizar fué de promover la integración a la  sociedad chilena por la vía de lo que podríamos llamar sin ambages un "limpiado de cerebro" y que los antropólogos llaman etnocidio cultural. Todavía en 1990, mientras en los establecientos religiosos privados de San Juan de la Costa había 480 alumnos internos, el internado municipal no atendía sino a 180 alumnos. Por cierto, enseñanza privada equivale en zona huilliche a enseñanza impartida por las misiones. Puede imaginarse así el importante rol de integración precaria jugado por las 4 misiones holandesas existentes en la provincia (en Rahue, en San Juan de la Costa, en Quilacahuín y en Coinco), cuando se considera que una  gran  mayoría  de  los  niños  huilliches  pasa  por  los internados entre el 1° y el 8° años de estudios, al menos los que están más allá de los 5 km de distancia de la misión. En 1995 hubo alrededor de 300 internos en el ciclo básico.

El  internado y la educación para los niños a base de programas en castellano y desprovisto de connotaciones étnicas, hace que pese a su posición subordinada  frente a la institución educativa,  los Huilliches critican los impactos negativos de tal educación sobre el ethos indígena y así las relaciones de la escuela y las comunidades se establecen al interior de un clima más bien tensional,  llegando a veces a situaciones conflictuales.

La  obra  destructuradora/integradora que la escuela misionera ha realizado y realiza todavía con la infancia y la juventud se prolonga en la obra religiosa de las Iglesias. Foerster dice que "es difícil evaluar en toda su magnitud, los numerosos cambios que se produjeron, con la llegada de las misiones en la cultura huilliche. La ación evangelizadora se vió apoyada por las escuelas (internados), las misiones (hasta hace muy poco se obligaba a las personas a permanecer en ellas por días o semanas, con el fin de prepararse para recibir los sacramentos), por las fiestas y ritos (misas, novenas, etc) »[3]. Señala también que numerosos cambios en la evangelización se han hecho sentir en estos últimos años, sobre todo a partir de la Acción Católica y con el surgimiento de las llamadas Comunidades de Base. A su  juicio, se  comienza a vivir un  proceso de participación e integración con la Iglesia que sería nuevo, sin decirnos en qué consiste, y no nos dice tampoco si ello vendría a formalizar el sincretismo religioso forjado a lo largo de la historia misionera.

Que los huilliches tengan más confianza en la Iglesia Católica  hoy  que  ayer  es  perfectamente  plausible si se considera la obra de "protección de los pobres" por  ella realizada, pero la afirmación de Foester en el sentido de que hoy los huilliches "saben que su Dios no los abandonará en su lucha por su identidad como pueblo" parece menos convincente y merece sin duda un comentario aparte[4].

Si a los efectos discutibles de la obra misionera se suma la actitud discriminatoria hacia los indígenas que ha marcado durablemente  las prácticas  institucionales  chilenas, y que ahora recién tiende a cambiar con la Ley 19253, se puede entender mejor el terreno social más bien desfavorable para la emergencia de un liderazgo étnico moderno. El  estado de espíritu dominante en las áreas huilliches osorninas es hoy todavía el pesimismo, apenas  morigerado por un poco de esperanza,  esta última ligada a las mayores posibilidades de sobrevivencia cotidiana derivadas de la ejecución   actual de numerosos pequeños proyectos de sobrevivencia (de la CONADI y del FOSIS, al interior del Programa de Superación de la Pobreza). Pero es difícil decir que estas intervenciones, todas o casi todas desprovistas de "perfil étnico", despierten un gran entusiasmo y que vayan a cambiar  rápidamente las representaciones que la sociedad huilliche se hace de ella misma y de sus relaciones con la sociedad chilena. Por un lado, los procesos de desintegración interna le han hecho perder confianza en ella misma y del otro lado la modernización acelerada de la sociedad chilena no deja indiferente  a  la  juventud  huilliche  con  su  creación  de espectativas verdaderas o falsas de integración.

Por otra parte, la identidad huilliche ella misma aparece como un tema ambiguo: ambiguo para los no indígenas y ambiguo para  los  indígenas. ¿Quién en definitiva se reivindica huilliche en San Juan de la Costa? La investigación histórica reciente entrega elementos de juicio que permiten  mejor entender porqué en la región de Los Lagos no ha emergido con la misma fuerza que en Cautín o en Chiloé la reivindicación étnica. Para el antropólogo Daniel Quiroz[5], « Uno de los principales errores de apreciación, de distracción consciente, es la denominación que les damos a  los indígenas que viven en este sector, fundamentalmente de San Juan de la Costa. Nosotros usamos la palabra "huilliche", e incluso pensamos que es la manera como se nombran a sí mismos,  cuestión que es manifíestamente errónea ». Prosigue:  "En mis primeras conversaciones con araucanos en San Juan de la Costa en el año 1976, tocábamos este punto, vital para todas las comunidades indígenas, ya que el nombre permite dar identidad a todo pueblo. En este sentido, estos  ancianos  no  tenían  dudas  al  respecto y me decían "nosotros somos mapuches". Pero, ¿No son huilliches? replicaba yo. Respuesta : « No, somos mapuches, los huilliches son los que viven más al  sur ». Y este autor prosigue:  "la palabra huilliche no identifica al propio grupo, sino que sirve para identificar otro grupo, el que vive al sur de donde se reside". Y todavía más: "En la zona de Osorno, los españoles distinguían dos localidades o parcialidades. En el sector costero estaban los "cuncos" y el que sigue a la cordillera era el territorio de Osorno, donde están los huilliches.  Estos emigraron a la Argentina, quedando la mayor parte de los indígenas en el territorio de Cunco, de San Juan de la Costa. Los Cuncos  o "Juncos" eran indios rebeldes, pescadores, que impedían el libre tránsito entre Valdivia y Chiloé. A fines del siglo XVIII estos grupos de cuncos rebeldes son reducidos por los españoles"[6]. He aquí, que los orígenes y la identidad misma de los huilliches  osorninos son puestos en duda por la historiografía moderna!

Lo cierto es que, "cuncos", huilliches o mapuches, esos diversos grupos indígenas lograron sobrevivir en la provincia de Osorno, principalmente, en la cordillera y precordi1lera costera, y que allí reconstituyeron de algún modo una vida comunitaria, reelaborando valores y estructuras, forjándose con ello una nueva historia. En cuanto a los valores que persistieron y otros que se  desarrollaron, así como al imaginario social que tomó forma, no sabemos gran cosa. Es probable que, habiendo sido los primeros que "se entregaron", para emplear el lenguaje de los indios del norte del Toltén, la resistencia Mapuche en la Araucanía haya despertado en los  indígenas de Osorno un efecto de admiración primero, y se haya constituido  luego en el referente identitario  principal (Mapuche/huilliche), lo que explicaría que no hayan profundizado su identificación como grupo étnico diferenciado.

En todo caso, el proceso avanzado de aculturación de las generaciones  actuales es lo primero  que impacta a los estudiosos que van al terreno y que buscan signos o imágenes de un pueblo   diferente. Es el caso de Juan Carlos Olivares(1993), quien supo captar con agudeza la angustia o "preocupación de los mayores de no saber en quien depositar "las cosas antiguas", de la carencia (ausencia) de quien las escuchara". Este mismo autor se pregunta si los estudios sobre la etnia no llegan un poco tarde y cree "que es un poco tarde (también) para los indígenas de San Juan de La Costa", señalando la propensión del investigador, a falta de signos colectivos de la diferencia, a inquietarse "no por el presente cuando conversa con alguien, sino que consulta por la antigüedad, por el mundo en que acontecían todas estas cosas"[7]

Lo que señala este autor, impresionado por la desesperanza reinante entre los ancianos indígenas principalmente, más que un hecho consumado, nos advierte sin duda del riesgo de una pérdida completa de la diferencia cultural y con ella del ethos indígena, lo que va en el mismo sentido que los diversos otros elementos citados anteriormente, configurando una sociedad en avanzado proceso de destructuración interna y de pérdida de su especificidad.

Es muy posible que los procesos destructurantes hayan sido también favorecidos por la asimilación de lo huilliche a lo Mapuche, como ha sido tradicional, hecho que históricamente habría desfavorecido a los huilliches, por lo mismo que todas las políticas se centraban en la realidad de Cautín. A este respecto, no deja de ser interesante que algunos de los líderes indígenas  que reivindicaron la diferencia en el período reciente de elaboración de la Ley Indígena haciendo  en definitiva legitimar a los huilliches como etnia diferente, eran Mapuches del norte, venidos de Cautín y que crearon aquí instituciones como Munko Kusobkien a través de las cuales "descubrieron"  una  realidad  cultural  diferente,  en  primer término la forma dialectal propia de la región del Lago Ranco al sur, es decir, el Tse-Sugún, propio de los Huilliches de Osorno. Es gracias a este movimiento identitario que la Ley de 1993 legitima a los Huilliches y que hace también su aparición  la nueva consigna de "desarrollo con identidad".

A partir de allí, si la nueva consigna hace su camino, ella puede indicar un punto de  ruptura con  la larga evolución destructurante descrita. Tal perspectiva pasa necesariamente por la emergencia  de un liderazgo moderno pero asociado estrechamente a las formas antiguas de organización y también a los líderes tradicionales. En ello la CONADI, como así también el gobierno de la X Región tendrán una gran responsabilidad.

El HANDICAP HUILLICHE MAYOR: AUSENCIA DE LIDERAZGO MODERNO.

En las condiciones descritas el panorama organizacional huilliche no puede ser más problemático. Una mezcla confusa de organismos formales y más o menos autóctonos que se superponen y frecuentemente se neutralizan recíprocamente no permite asegurar un grado de  eficacia al nivel de las exigencias del desarrollo. El diagnóstico realizado por el Centro CANELO a propósito de las organizaciones que denomina "formales" establece que es posible reconocer la existencia de múltiples organizaciones asentadas en el territorio comunal, pero que por su grado de  representatividad, funcionalidad, cobertura, definición y funcionamiento no logran "constituir núcleos de formación/articulación de un tejido social efectivo y más amplio que permita a los habitantes de San Juan darle una dimensión colectiva a sus problemáticas"[8].

Si nos atenemos exclusivamente a las instancias dotadas de una connotación "política", es decir, de representación amplia de intereses de la sociedad civil, el caso de las estructuras de representación en el nivel de las comunidades es ejemplar. Por una parte, existe una estructura "tradicional" de la cual forman parte el Fiscal, o representante máximo elejido por la comunidad (nótese que es ya un cargo de raíz española), el cual se apoya para sus actividades en un Secretario y un miembro de la comunidad en carácter de suplente. Por otra parte, existe una  estructura  de  aparición más moderna bajo la forma de una Directiva compuesta por su Presidente, Secretario y Tesorero. En realidad esta estructura cumple  la misma función que el Fiscal y sus colaboradores, la cual consiste en velar por el cumplimiento de las actividades programadas por la Junta de Caciques, organizar ceremonias religiosas, dirimir conflictos internos y representar públicamente a la comunidad. El cargo de Fiscal tiene una duración indefinida mientras cumpla con los objetivos generales que plantea la comunidad, mientras que la Directiva es reelejida periódicamente.   Paralelismo o superposición de funciones, lo cierto es que existe aquí un primer espacio para la gestación de tensiones y conflictos de autoridad, el todo obrando en en el sentido de una cierta desvalorización de las instancias comunitarias.

Desde los años 1960 se desarrollaron las Juntas de Vecinos como otra instancia de  representación poblacional, respondiendo a la búsqueda por las instituciones oficiales del interlocutor válido. Es claro que esta instancia trabaja en base a modelos de desarrollo vecinal  externos[9], sin incorporación de especificidades étnico-culturales o territoriales que vayan en el sentido de adaptarse a la socio-identidad huilliche. Lo cual no impide que con frecuencia los dirigentes de estas estructuras funcionales se sustituyen a las instancias "políticas" de las comuni dades.

Con la dictación de la ley indígena de 1993,  a este panorama organizacional vinieron a sumarse las Asociaciones Indígenas, definidas como "agrupación voluntaria y funcional, integrada por a lo menos veinticinco  indígenas,  que  se constituyen en función de algún interés y objetivo común de acuerdo a las diposiciones de este párrafo" [10]. Es cierto que la ley  tiene  el  cuidado  de  especificar  claramente que "Las asociaciones indígenas no podrán atribuirse la representación de las Comunidades Indígenas", pero también es cierto que por el  hecho de estar mejor informadas y "legitimadas" a los ojos de las instituciones resulta que ellas entran en competencia con las  estructuras existentes con anterioridad.

La expresión política étnica mas allá de la comunidad, es decir, la instancia de articulación  ínter-comunitaria está representada por el sistema del "cacicado", el cual ha sido expresamente  reconocido  en  la  ley  de  1993.  Existen  dos cacicazgos en el área de San Juan de la Costa: en el sector de Cuinco y en  San  Juan de  la Costa. Dentro de sus  áreas respectivas cuentan con 20 y 42 comunidades. A su vez, estos caciques  integran la Junta de Caciques de la provincia de Osorno  de  la cual forman parte cuatro Caciques Mayores: Quilacahuín (comuna de San Pablo),  Riachuelo (comuna de Rio Negro), Cuinco y San Juan de la Costa.

Una definición del rol del cacique nos es dada por los autores del diagnóstico del Centro CANELO, pero es de temer que la  descripción que allí se hace tenga más  bien valor declamatorio y que las cosas en la realidad ocurran de otra manera: "El cacique es el dirigente máximo de su jurisdicción, vive en el seno de la comunidad y se relaciona directamente con su problemática. Encarna la autoridad  designada por su pueblo, contando con atribuciones para dirimir sobre  los problemas internos de su unidad territorial". Supondría que aún no siendo permamentemente activas, las comunidades reconocen por todas partes la autoridad del cacique. Esto no es evidente, como en el caso que vamos a ver, y por otra parte las debilidades que se dectectan en los diferentes niveles de la jerarquía dan a entender que el ejercicio real de la función se aparte considerablemente del perfil descrito.

Tomemos el caso de la representatividad actual del cacique de Quilacahuín. Fue "elejido" cacique por las comunidades de San Pablo cuando a la muerte del « cabecilla » ninguno de sus descendientes quizo asumir las responsabilidades del cargo. Notemos que aquí hay una importante ruptura con la tradición pues el nuevo cacique no representa una  línea histórica de mando ligada al parentezco ( linaje) y si bien los hijos y nietos del último cacique, por derecho propio  votaron por él en una elección que tuvo lugar en 1983, no es evidente que el designado goce de una legitimidad sin objeciones. Así, su cacicado es reconocido solamente por 4 comunidades en San Pablo, ¿qué quiere esto decir? No sería extraño que una legitimidad, nunca totalmente afirmada, sufre también de los efectos de la aparición de otros liderazgos, no cacicales, como son los que emergen ligados a las Asociaciones con reconocimiento jurídico. Tales liderazgos aparecen más  interesantes pues las  comunidades bajo su influencia son las que tienen la mayor  chance de hacerse financiar en los concursos de proyectos.

Como jefe del "territorio" de Quilacahuín el cacique tiene en teoría amplias atribuciones,   pero como entra frecuentemente en conflicto con alcaldes y otras autoridades (una vez más el problema de la superposición de estructuras) su autoridad por el momento parece estar reducida al mínimo. Dice él mismo, que uno de los problemas para los cuales se le solicita más frecuentemente  es el de atender a la sepultura de algún habitante fallecido, pues se le busca en tanto responsable del "territorio  indígena" y por lo mismo de  los  sitios mortuorios.  En ese dominio al menos  no parece entrar en competencia con las instituciones públicas...

El cacique de San Pablo, reconoce que en la comuna de San Juan de la Costa, donde el alcalde ha sido indígena en algún momento, "la experiencia es otra, más bien buena y la gente está contenta", pero a su juicio el problema de fondo no cambia: el programa municipal no tiene perfil étnico/cultural sino institucional/chileno, sigue concebido por y conteniendo la "visión del Otro".

Como quiera que sea, los caciques de Osorno parecen seguir representando en el imaginario colectivo la continuidad de la representación étnica más que cualquier otra  instancia. A través de ellos, detentadores de los símbolos y atributos de mando que recibieron de manos de los españoles con ocasión de las alianzas y de las paces pactadas sobre todo en el siglo XVIII[11],  la  "línea étnica"  del poder político se mantiene vigente. Otra cosa es la capacidad o el "profesionalismo" de los caciques para actuar como líderes federativos modernos. La mayor parte de las personas que han trabajado o han estado relacionados con ellos en el marco de las actividades de ONGs están de acuerdo en que hay allí un problema y señalan las limitaciones:  "Las organizaciones cacicales no   tienen planteamientos, las organizaciones no tienen definiciones a largo plazo; las discusiones de los Congresos no se difunden, no hay estudios ni hay reflexión, la formación de líderes no existe...   Mientras tanto las escuelas  misioneras son alienantes y los pequeños centros culturales que existen tienen una actividad elemental"[12].

Para cerrar este capítulo de precaridad organizacional nada mejor que citar el diagnóstico del Centro CANELO cuando hace la evaluación del rol jugado por las organizaciones de carácter formal.  El  juicio emitido corresponde  1990 y hay signos indicadores señalando que hoy poco ha cambiado:  "Las organizaciones de carácter formal no lograron responder a las necesidades más propias de la comuna y la forma en que se generaron corresponde a modelos externos con  procesos inducidos, a las cuales se logra una adscripción muy baja, con un poder de convocatoria escaso, lo que las tornó absolutamente vulnerables, como ha sido el caso de las Juntas de Vecinos, Centros  de  Madres y Clubes Juveniles. Los canales de participación de tipo intermedio existentes (CODECOS, principalmente), por la forma en que se generan y su composición interna expresada en la ley, no  dan cabida a otras organizaciones que han estado asentadas en la comuna, como son las de carácter  étnico que por su especificidad pudieran aportar los rasgos diferenciadores del trabajo de potenciación y desarrollo de la comunidad. Las organizaciones de apoyo, ONGs, grupos de   transferencia  tecnológica,  etc., han desarrollado trabajos específicos que no necesariamente permiten el fomento e irradiación de la organización como vía para enfrentar desde una generalizada perspectiva colectiva la aguda situación en que vive la población"[13].

Si esto es así, la pregunta viene sola:  ¿quién puede contribuir a cambiar el orden de cosas existente?, ¿la CONADI?, ¿el gobierno regional?

LA CONADI REGIONAL: ¿QUE INTERLOCUTOR?, ¿QUE RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL?

La CONADI Regional con sede en Osorno fué creada por la Ley 19253 de 1993 y sus oficinas existen desde julio de 1994. Sus funcionarios la definen como un "servicio más" del Estado, equivalente al INDAP, al SAG o a no importa qué otro organismo sectorial. Esta definición, instituida en la Ley, es sin duda una  fuente  importante de malentendidos entre la institución y sus interlocutores, y pone de relieve sino una contradicción al menos una ambigüedad en la legislación, porque contrariamente al espíritu general de la Ley que es aquél de asegurar la sobrevida de un pueblo o de una etnia minoritaria, a la hora de pensar la institucionalidad el legislador opera un sesgo sectorial, como si se tratara de enmarcar, de orientar o de dirigir una actividad económica, social o cultural habitual, o propia de la sociedad global. A tal punto la filosofía de la ley es clara a este propósito que el artículo 61 dice así: "Se reconoce a esta etnia el sistema tradicional de cacicado y su ámbito territorial. Las autoridades del Estado establecerán relaciones adecuadas con los caciques y sus representantes para todos aquéllos asuntos que se establecen en el Párrafo 2° del Título III[14] y en el Párrafo I del Título V[15].

La Ley establece una particularidad para los Huilliches, que no es el caso para otros grupos  indígenas, reconociendo explícitamente el tipo de organización tradicional de los "cacicazgos". Sin embargo, a juzgar por las opiniones de ciertos líderes, la CONADI parece haber hecho caso omiso del artículo 34 de la Ley cuando dice que "Los servicios de la administración del Estado y las organizaciones de carácter territorial, cuando traten materias que tengan ingerencia o relación con cuestiones indígenas, deberán escuchar y considerar la opinión de las organizaciones indígenas que reconoce esta ley". Entre otros, el cacique Mayor de Osorno se quejaba a fines de 1995 que los  "caciques no fueron llamados por la CONADI para organizar las Asociaciones Indígenas previstas por la Ley" y no ve con buenos ojos que la CONADI se haya dedicado por su  cuenta a "sembrar"  (son  sus palabras) Asociaciones indígenas en la región.

Otras imputaciones se hacen a la CONADI en cuanto al contenido de su acción, que  consistiría  en  practicar  "la asistencia social", y que ponen en duda su aptitud a trabajar por el "desarrollo" del  pueblo indígena. Desde ya, es sin duda un handicap el que la CONADI sea considerada como "un servicio público como los otros", pues ello quiere decir que la institución no posee autoridad particular alguna sobre la intervención de otras instituciones al interior de la áreas indígenas. Porr ejemplo, ella no tiene ninguna autoridad sobre lo que hace o quiere hacer la CONAF, o el SAG u otro organismo sectorial, en los territorios con población huilliche. Según los líderes indígenas, mientras la CONADI está desconociendo los "títulos de Comisario" (los cuales están protegidos expresamente por la ley indígena en su artículo n° 1215) [16], la CONAF está exigiendo títulos de propiedad modernos en las áreas forestales (títulos individuales o mercedes inscritos en Bienes Raíces), sin los cuales impide la explotación de la madera, incluso los cortes de leña  para consumo  cotidiano: los indígenas que no pueden hacer valer tales documentos estarían "robando la leña del Estado"[17]

Hay que decir en favor de la CONADI que ella misma es víctima de la ambigüedad propia de los legisladores, quienes al mismo tiempo que se proponen "proteger" al pueblo indígena decretan disposiciones que tienen por así decir efectos neutralizantes sobre el plano institucional. A ello se agrega la persistencia de la vieja lógica que ha marcado la historia de las relaciones inter-étnicas disimétricas en el sentido de "doblar" las estructuras organizacionales autóctonas para mejor gobernar o  controlar.  Lo que se observa históricamente al interior de las comunidades  como  un  cierto "desorden organizacional" puede ser agravado por el actual proceso de constitución de Asociaciones Indígenas, estructura creada por la Ley de 1993, muy útil en lo inmediato por cuanto facilita la realización rápida de un cierto tipo de programas oficiales, la mayor parte de carácter corto-placista, pero que a largo plazo puede tener el mismo destino destructurante que las estructuras "formales" más antiguas.

El cacicazgo es reconocido por la Ley, pero la Junta de Caciques que equivaldría a una organización de tercer grado, sí bien es cierto existe, en la práctica es una institución que no goza del reconocimiento por parte de las  instituciones, en  primer término por parte de la CONADI, las  cuales prefieren privilegiar las Comunas y Asociaciones, o las  ONG que mediatizan a su vez las relaciones ínter-étnicas.

Para la CONADI, la inexistencia de un leadership moderno es un problema: ella constata que los dirigentes huilliches que promovieron la movilización étnica en los años previos a la dictación de la Ley actual, dirigentes que podemos llamar "clásicos" o tradicionales, los "caciques", están  siendo desbordados por la dinámica institucional actual". Se “quedan atrás por falta de  profesionalismo", se dice en la Corporación. Pero, ¿Es un problema insoluble?, ¿Se puede prescindir de los caciques sin sacrificar el destino de la etnia? El problema es delicado y la negociación parece ser el sólo camino indicado. ¿Inventar una instancia técnico-política de co-decisión? Porque, es  cierto, los caciques no representan un liderazgo moderno pero representan "la línea étnica", es decir la continuidad cultural. El verdadero problema parece consistir más bien en encontrar una fórmula que "integre modernizando" los diferentes tipos de liderazgo (existentes o por promover) que reivindican alguna legitimidad.

¿LA Xa REGIÓN AL "RESCATE" DE SU DIVERSIDAD CULTURAL?: ¿DAR SATISFACCIÓN AL "DESEO DE RECONOCIMIENTO" ?

Por diversas razones la autoridad de la Xa Región debería asumir un rol mayor en cuanto a los problemas huilliches.

Si existe una instancia a nivel regional con poder para cambiar el orden de cosas dominante en las relaciones inter-étnicas tan disimétricas de hoy, ese es el poder que ha sido depositado en la autoridad de la X Región, es decir en el gobierno regional. ¿Porqué? Porque es la sóla instancia que por su autoridad política, por su capacidad de concertación y por su mismo interés en legitimarse a los ojos de la población regional, podría contribuir a legitimar también en relación a los otros componentes culturales regionales, un proyecto de resurgencia étnico-cultural en las zonas indígenas. Porque no hay que equivocarse:  la cuestión más importante que se juega, y en ello la Ley puede ayudar pero nada más, es la cuestión del Otro, es decir, el reconocimiento del Huilliche en tanto Huilliche por el resto de la población regional. Las relaciones ínter-étnicas se siguen  dando bajo modalidades discriminatorias y excluyentes. No voy a insistir en esto, pues se trata de comportamientos sociales que tienen una gran carga histórica y que por lo mismo no se cambian fácilmente. La conclusión mayor del estudio realizado por el Centro CANELO se ha referido a este tema en los términos siguientes: "La familia mapuche en el contexto de la estructura social regional está sometida a la falta de reconocimiento y respeto de su dimensión étnico cultural y se ve enfrentada a estados de discriminación tanto por parte de chilenos como descendientes de colonos alemanes, ofreciéndose sólo la alternativa de asumir el patrón de cultura así como el sistema económico político y social dominante"[18].

La cuestión del "deseo o necesidad  de reconocimiento" del Huilliche por parte de la sociedad no-indígena es un tema que no ha sido explorado en los trabajos existentes sobre los Huilliches, o bien el tema ha quedado oculto por la prioridad acordada a las reivindicaciones materiales, en primer término de la tierra y más ampliamente a las reivindicaciones socio-económicas. Sin embargo, conviene preguntarse si no es en esa búsqueda de reconocimiento que estaría la explicación de la historia muy específica de las relaciones amistosas que buscaron establecer los Huilliches con la parte chilena a lo largo del período republicano, contrariamente a lo que sucedió al norte del Toltén con los Araucanos. Establecieron relaciones amistosas con los chilenos, se sujetaron a la autoridad sin gran resistencia, respetaron con lealtad los compromisos. Todas éstas parecen ser verdades  históricas. Por desgracia, "el reconocimiento del Otro" por los chilenos no llegó, y una pregunta se impone espontáneamente: ¿Es que es ya demasiado tarde? Esta interrogación puede tener una respuesta optimista si se comparte el punto de vista de Francis Fukuyama cuando sugiere algo que me parece de una actualidad palpitante: sostiene que "el deseo de reconocimiento - o thymos - puede (así) proporcionar el eslabón que falta entre la economía y la política liberal"[19]. A propósito, recuerda que según Hegel, el deseo de  reconocimiento y  las emociones  que lo acompañan como la cólera, la vergüenza y el orgullo hacen parte integrante de la vida de toda persona humana y es allí, a través del "deseo de reconocimiento" de cada uno, que reside el "motor de la historia". Si interiorizamos la importancia del reconocimiento del Otro como motor de  la historia, podemos  también concebir que allí se puede crear un instrumento de política. La historia regional que está haciéndose puede ser mejor entendida y podemos talvez entender mejor los desafíos que el pueblo Huilliche plantea a la X Región. La "estimación de sí mismo", del Yo, exige en contrapartida el reconocimiento del Otro. Tal es el problema político-filosófico!

La discusión del tema puede, a partir de aquí, proseguirse sobre un plano mas pragmático. La otra razón que milita en el sentido de la responsabilidad de la región por el tema Huilliche tiene que ver con su rol de primera autoridad política a nivel regional. En la autoridad regional reside el poder de control y de coordinación sobre las instituciones que operan en el espacio regional y por lo mismo  puede no solamente hacer legitimar institucionammente a los Huilliches sino que puede contribuir a la legitimación a los ojos de las otras instituciones de la muy joven CONADI, organismo que vive mal su aislamiento. Más todavía, es la autoridad regional la más indicada para crear, por la concertación, una actividad coherente y una estrategia política conjunta con las organizaciones  huilliches  en  beneficio  de la  población indígena.

La X Región puede contribuir a algo que me parece estar a la orden del día: terminar con la imagen negativa que sobre las instituciones del Estado domina todavía en los medios indígenas, pues al decir de caciques entrevistados "en las instituciones chilenas es como andar chocando con las piedras"; y terminar también con la figura según la cual "por intermedio de las  instituciones del  Estado de lo que se trata es de terminar con el pueblo indígena". Sólo una instancia política con poder sobre las instituciones que operan al nivel regional puede contribuir a cambiar ese orden de cosas instalando la confianza y estimulando el dinamismo social de un grupo étnico, hoy mayoritariamente sumido en el fatalismo.

Hay otra razón más que tiene que ver con el interés estratégico de la región de los Lagos: con el destino de la población huilliche se juega una parte importante del destino de la X Región como entidad territorial que busca afirmarse de manera coherente y personalizada en el proceso de modernización nacional en curso. La modernidad hoy significa búsqueda de la diversidad, y en la ecuación acertada de lo diverso y de lo único muchas regiones encuentran el fundamento de una identidad territorial original. La integración adecuada de esos ingredientes dispares debería ser entonces una de las responsabilidades primeras de la política regional.

Riqueza actual y potencial, muy valorizada por los teóricos del desarrollo sustentable, todavía es necesario saber descubrir lo esencial de la diversidad y valorizarla localmente. El diagnóstico de la realidad debe ser para ello muy "intencionado" y por lo mismo hacer con la elaboración estratégica un sólo momento creador del planificador. La voluntad política debería manifestarse desde el primer paso de la planificación y darse los medios de realización.

Como el desarrollo cultural no se "inyecta", y por otro lado, la sociedad huilliche se encuentra, lo menos que puede decirse, en el impasse, todo cambio significativo no puede venir sino vehiculizado por una movilización identitaria que para efectivizarse necesita de un doble movimiento, endógeno y exógeno a la vez. Contrariamente a lo que piensan muchos, en el sentido de que es en la CONADI o en los niveles locales o municipales que recae la responsabi1iodad exógena mayor por esta dinamización, yo veo más bien al Consejo Regional de la X Región asumiendo la problemática huilliche en el marco de uno de los "temas movi1izadores/integradores" por excelencia que deberían hacer parte de la agenda regional.

El  gobierno  regional,  debe  ser  considerado  como el principal "organizador político" en las cinco provincias de la X Región, y enfrenta como ningún otro actor colectivo la responsabilidad de  "hacer  región" a partir de un mosaico territorial social y culturalmente diversificado y, por lo mismo, no puede eludir la tarea difícil de "socializar" al interior del vasto territorio sobre el cual tiene competencias un cierto número de temas/problema dotados de una potencialidad unificadora,  integradora  o  identificatoria.  Así como en relación al  "separatismo  valdiviano”  el  tema  de  las "compensaciones simbólicas" debidas a la provincia de Valdivia es uno de esos temas/problema[20], en Osorno lo es el de la dinamización etno-cultural huilliche. Abordándolo políticamente, la X Región estaría por primera vez dando forma a una verdadera política de desarrollo fundada en las identidades culturales. En términos de estrategia y de planificación, se  trata evidentemente de dos dominios de actividad que entran en el marco del ordenamiento "integral" del territorio, pero bajo el signo est vez del etno-ecodesarrollo. 

¿VALORIZACIÓN  DE  LA  DIVERSIDAD  ÉTNICA  COMO  ESTRATEGIA REGIONAL?

Entonces, si la X Región tiene verdadero interés en "salvar" la diversidad cultural en sus territorios y con ello construir la riqueza de su propio ethos cultural, debería inscribir su acción  en  una  política  que  tenga  como  objetivo  la dinamización de la sociedad étnica por la vía del fortalecimiento de la identidad cultural huilliche. Asumiendo tal objetivo,  ella provocaría un viraje  fundamental en la planificación estratégica, pues significa un "desplazamiento" de óptica en la inversión de recursos: desde lo productivo hacia lo cultural (lo que no quiere decir, que lo cultural no produzca bienes). Se puede apostar, a la luz de experiencias europeas y otras, que una  estrategia  fundada en un gran esfuerzo cultural puede resultar a largo plazo mucho más rentable que cualquier esfuerzo en los sectores productivos tradicionales como aquéllos propios de las áreas huilliches.  Habría que apostar a que el "círculo de la pobreza" desaparece más rápidamente en base a una dinamización cultural que pasa por los contenidos étnicos, que por la prosecución de los esfuerzos por tratar de estimular una pequeña agricultura en extremo precaria que tiene fuertes handicaps en el mercado y que por lo mismo no puede ser sino de "sobrevivencia".

En tales condiciones, la noción de "patrimonio cultural" incorporada a la reflexión y al  planeamiento regional puede pasar a jugar un rol central. La etnia misma y su modernización puede ser considerada como "patrimonio de la región". La misma noción manejada por  los huilliches puede imaginarse operacional en relación a los dominios más diversos de la actividad social, incluso al deporte u otras manifestaciones que muy a menudo son desestimadas como teniendo valor movilizador. Es aquí donde el diagnóstico debe ser un ejercicio de creación y no debe fallar, por falta de imaginación sobretodo.

No se trata aquí de entrar en los detalles, pero es bueno imaginar algunos ejemplos de aplicación. Si Uds me lo permiten me voy a referir al caso del palín o chueca. El Consejo Local de Deportes registraba en 1990 la existencia de 8 equipos de chueca en la comuna de San Juan, los cuales contaban con un promedio de 20 integrantes cada uno. Pero allí se señalaba también hasta qué punto el fútbol había, de lejos, desplazado al deporte tradicional indígena en el interés de los  jóvenes pues al mismo tiempo se registraba la existencia de 73 Clubes inscritos en  ese deporte.  Podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si institucionalmente se decidiera privilegiar la chueca como el deporte por excelencia en las áreas indígenas? Estoy casi seguro que aquí hay un "campo de cultivo" para un proyecto con destino, a desarrollar sobre un elemento del  patrimonio cultural indígena cuya originalidad es evidente. ¿Es necesario acaso recordar que la mayor parte de los deportes tiene marca anglo-saxona?  Pocos  deportes escapan  en efecto a una  tal paternidad : el país vasco que conserva el juego de pelota vasca con  sus variantes;  el  juego de la "petanque" en  el área mediterránea europea, están entre los contados con  los dedos de la mano. Estamos frente a una actividad deportiva que puede modernizarse talvez en ciertos sentidos, que puede dar origen a una actividad de "marca" de la región  (atracción regional), que puede devenir una fuente de ingresos locales  y que estimulada puede ser un elemento extraordinario de formación cultural.

En un mundo que se uniformiza, la originalidad cultural es un valor  en alza:  la  prueba está  en los últimos juegos olímpicos de Atlanta los cuales se vieron enriquecidos con prácticas deportivas que antes se ejercían solamente en ciertos "nichos" culturales. Hemos asistido, para tomar sólo un caso, a competiciones de minusváiidos, sobre cuyas motivaciones para practicar deportes nadie debería equivocarse: querían demostrar que existen en su diferencia, querían valorizar una identidad de gente con handicaps, querían que se les reconozca como seres humanos a parte entera. Que el palín mapuche puede tener un peso estratégico en la valorización cultural es evidente, y sin embargo se constata que el club juvenil del deporte mapuche auspiciado por el municipio local no lo integran más de 10 jóvenes, la promoción de sus actividades es nula y su funcionamiento es completamente irregular. Este deporte, patrimonio cultural huilliche, puede imaginarse como un "producto cultural"; basta con imaginar que una presentación pública en un estadio de ciudad puede aportar más ingresos monetarios que 6 meses de trabajo campesino del conjunto de los miembros participantes; y, todavía más: ¿si se organizaran campeonatos?...  Pero llegar al momento de  promocionar un "producto cultural de calidad" supone  trabajo  paciente, organización, contactos, calidad, voluntad de tener éxito. Aquí habría que programar una inversión, al menos con vista al mediano plazo.   

Otro ejemplo: el "paisaje étnico". ¿Es que alguien puede afirmar que existe un paisaje étnico huilliche?, ¿Es que él existe en su especificidad? Quien se dirige hoy a San Juan de la Costa  - y hay que decir que aumenta de año en año el número de turistas y de excursionistas que visitan el área costera - va también con la idea de encontrar en la realidad la "imagen de una región india". Y bien, la decepción es completa. Nada hay en el paisaje habitado, en el habitat cordillerano o  costero accesible  rápidamente, que impacte al  visitante como algo específico e identificatorio.  No existe lo que se podría llamar un "paisaje étnico" o huilliche, salvo en  la connotación negativa que tiene que ver con la erosión de las tierras minifundiarias y en general del medio ambiente. La decepción culmina cuando se llega a Puaucho, centro político-administrativo de la Comuna: un pueblo más o menos reciente, como tantos otros en Chile, construido con materiales banalizados, como "botado" en una especie de "páramo", desierto en sus alrededores puesto que la población está por otra parte, detrás de los cerros, seguramente más cerca de sus lugares cívicos o sagrados. El colmo de la decepción es llegar allí un sábado por la mañana, porque entonces el villorrio ofrece el aspecto de un "pueblo fantasma", abandonado por los funcionarios, por las autoridades municipales y por los alumnos del colegio.

Dando libre curso a la imaginación, ¿Porqué no pensar que un habitat huilliche específico, de formas modernas pero guardando rasgos o elementos del pasado ancestral, puede venir a rehabilitar la imagen de un pueblo y de un territorio? Aquí no se trata de "conservar" un habitat ancestral que ha desaparecido prácticamente sino de "reinventarlo", haciendo de  ello un patrimonio  que se transmita a las nuevas generaciones huilliches, y que sea un signo de reconocimiento específico de que estamos en terreno huilliche. Los paisajistas y los arquitectos pueden en este  dominio ser  interlocutores privilegiados de los equipos de planificación oficiales.

Pero el habitat no es más que una parte del paisaje étnico. La naturaleza misma de la cordillera costera puede ser tratada en  términos de patrimonio, de  patrimonio floral, biológico, turístico, etc. Pero ello requiere de "proyectos estructurantes" que ordenen el desorden visible creado por las actividades pasadas y presentes sobre la naturaleza, situación que ha sido y sigue siendo la impronta de un modo de vida muy precario marcado por la pobreza y la desesperanza de los unos (los indígenas) y por la implantación anárquica de otros (los colonos).

Los "alerzales" de la Cordillera costera no solamente pueden, sino que deben ser tratados en términos de patrimonio, si se quiere en términos de Museo viviente de la naturaleza, cuyo acceso a los citadinos y a los extranjeros debería ser facilitado, puesto que es un patrimonio también de todos, y que el turismo entre otras cosas es una actividad económica que puede ser ligada estrechamente al patrimonio natural. El fisco es propietario de una gran parte de las tierras de alerzales[21], el pueblo huilliche está en los accesos a esas masas boscosas únicas, tanto desde el interior de la cordillera como desde el mar, y por cierto una inserción de esos territorios en proyectos de objetivos múltiples en torno a su riqueza boscosa proporcionaría la razón misma de una nueva existencia, le permitiría reencontrar parte de la esperanza perdida, devendrían en alguna parte, por fin!, los actores centrales, beneficiándose materialmente. Aquí no tenemos espacio para entrar en consideraciones técnicas ni tampoco en las consideraciones jurídicas implicadas en tales perspectivas estratégicas[22].

Voy a tomar un último ejemplo para ilustrar la riqueza de los  contenidos posibles de una  estrategia  cultural  como política pública de la X Región: la valoración lingüística del Tsesugún, el mapuche dialectal propio de los huilliches de Osorno. La región de los Lagos puede plantearse como estrategia cultural el proyecto original de constituirse efectivamente en la única "región multilingüe" de Chile: el castellano, el alemán y el Tsesugún o lengua autóctona. ¿Es que vale la pena preguntarse si tiene esto algún interés estratégico para la región?, ¿ Es que tiene algún interés  en esta época de globalización, marcada por la venta de imágenes de la diferencia?

El marco legal dentro del cual una estrategia centrada sobre lo cultural puede ser implementada sin trabas burocráticas existe y está dado por la ley de 1993, bajo la figura jurídica de "Áreas de Desarrollo Indígena" y por cierto en el contexto de tales espacios podría tomar cuerpo un  formidable esfuerzo de formación y de creación estratégica del cual emergería el leadership moderno que está faltando dolorosamente al pueblo huilliche. Hasta ahora, en la X Región no ha sido constituida ninguna de tales Áreas y es un tema casi completamente ausente del debate regional. Sin embargo, el peso político de la instancia regional, así como los medios de que dispone para asumir sus competencias, son factores que pueden mostrarse decisivos para, en concertación con la CONADI, viabilizar dicha estrategia.

CONLUSION

A modo de conclusión, digamos que no vale la pena, en relación a los huilliches de Osorno, seguir pensando la planificación territorial con la doctrina del desarrollo de una región "pobre" o marginal puesto que con ello no se irá muy lejos. En revancha parece más prometedora la idea de pensar en  la modernización de una sociedad étnica local, la cual mas allá de su propio valor, constituye una "riqueza cultural" para una región en desarrollo. Si no es ese el camino de la política pública, querría decir que la X Región habría perdido una gran oportunidad de operar un virage histórico en la manera de integrar la diversidad cultural a la planificación estratégica.

Por el momento, fuerza es constatar que lo mismo la diversidad cultural en general, que  la  diversidad étnica huilliche en particular, no hacen parte de la reflexión estratégica de la región, por lo mismo no hay programación en tal dirección. Es cierto, la planificación de la diversidad cultural hay que inventarla. Ella debería comenzar por dar carta de ciudadanía a lo que yo llamaría el  "diagnóstico identitario", es decir, a una interrogación por el perfil identitario de cada situación socio-territorial particular, que permita saber del "estado de espíritu" de la población local, del estado de la cohesión social interna, de la manera como se viven las relaciones con el Otro, de la evolución de los valores culturales, de los patrimonios que son valorizados socialmente, del estado de la capacidad estratégica local, etc.

Ultimo punto sobre el cual insistir: la planificación en la región debería ser menos sectorial. La región descentralizada debe dejar lo sectorial a las instancias de las opciones presupuestarias  centrales, para privilegiar en revancha un tratamiento más transversal, según lo que podríamos llamar tentativamente "paquetes/problemas" de la región. Lo huilliche es uno de esos “paquetes”.

 


[1] Artículo publicado en Crecimiento Económico y Construcción de una Región en el Sur Chileno : la Región de Los Lagos, Roberto Santana y Juan Sánchez

(Coord.), Colección Estudios Líder, Osorno, 1996.

 

[2] Cancino,T., Avendaño, P., y Molina, L., Investigación diagnóstica de la Comuna de San Juan de la Costa. Centro El Canelo de NOS, oficina regional, Osorno. 1990.

[3] Foerster, Rolf, Vida religiosa de los Huilliches de San Juan de la Costa, Ediciones Rehue, Santiago 1985. Ib. p 166

[4] Ib. p 166. Desde que el discurso cristiano de salvación es ajeno a las creencias ancestrales  indígenas, puesto que en ellas no hay el "más allá" promisorio, puesto que la vida y la muerte son un continuum, el rol de la Iglesia Católica no deja de ser ambiguo, porque a la " salvación en el más allá" como doctrina  se acompaña  una práctica de protección de sesgo "miserabi1ista" promovida en las Comunidades de Base, cuyo efecto sería más bien de desmovilización étnica. Como no hay signo alguno de una cualquiera tendencia a "indianizarse" por parte de la Iglesia Católica local, la fórmula según la cual "Dios no abandonará" a los Huilliches en su lucha por la identidad puede ser interpretada como desprovista de fuerza.

[5] Quiroz L.,  Daniel,  La sociedad Mapuche  "transtoltenina" entre los siglos XVI y XVIII: un enfoque ecoetnohistórico, Boletín n°l del Museo y Archivo Histórico Municipal, Osorno 1992.

[6] Ib., páginas 53 y 54.

[7] 0livares, Juan Carlos, Los «  mareros » de San Juan de la Costa, Boletín del Museo y Archivo Histórico, no 1, 1992.

[8] Investigación diagnóstica, p 98, cit

[9] El  territorio de San Juan  de la Costa  se divide  en 14 unidades vecinales, cada una con su respectiva Juntas.

[10] Art. 36., Título V de la Ley de 1993. A fines de 1995 se habían organizado 16 Asociaciones de este tipo.

 

[11] Para la historia de las guerras y alianzas libradas en el espacio regional en el siglo XIII, véase el artículo de Eugenio Alcamán  La  sociedad  Mapuche-huilliche  del  Futahuillimapu septentrional, 1750-1792, publicado en el n°l del Boletín del Museo y Archivo Histórico Municipal de Osorno, 1992.

[12]Entrevista a ex dirigente de Monku Kübsokien.

[13]Investigación diagnóstica, cit., p.100

[14] En particular tiene gran importancia lo que dice el artículo 26: "El Ministerio de la Planificación  y Cooperación, a propuesta de la Corporación, podrá establecer Áreas de Desarrollo Indígenas que serán espacios territoriales en que los organismos de la administración del Estado focalizarán su acción en beneficio del desarrollo armónico de los indígenas y sus comunidades".

[15]El Título V, párrafo I de la ley, que se refiere al tema de la "participación  indígena". En la  segunda parte del  mismo artículo se dice que "Sin perjuicio de lo anterior, en aquéllas regiones de alta densidad de población indígena, éstos a través de sus organizaciones y cuando así lo permita la legislación vigente, deberán estar representados en las instancias  de participación que se reconozca a otros grupos intermedios".

[16] Este artículo del Título II, párrafo l°, dice entre otros: "Son tierras indígenas: 1° aquéllas que las personas o comunidades  indígenas  actualmente  ocupan  en  propiedad  o posesión proveniente de los siguientes títulos: a) Títulos de comisario de acuerdo a la ley de 10 de junio de 1823", etc...

[17] Conviene citar aquí el artículo 35 de la ley que se refiere explícitamente a la relación de áreas forestales y comunidades indígenas : « En la administración de las áreas silvestres protegidas, ubicadas en las áreas de desarrollo indígena, se considerará la participación de las comunidades ahí existentes. La Corporación Nacional Forestal o el Servicio Agrícola y Ganadero y la Corporación, de común acuerdo determinarán en cada caso la forma y alcance de la participación sobre los derechos de uso que en aquéllas áreas corresponda a las comunidades indígenas ».

[18] Investigación Diagnóstica, Ibidem.

[19] Francis  Fukuyama,  La  fin  de  1'Hístoire  et  le  dernier homme, Flammarion, París, 1992.p.3.

[20] Ver mi artículo Ensayo sobre el separatismo valdiviano, revista LÍDER, n° 2, Osorno 1996.

[21] Las  tierras  sobre  las  cuales  se  encuentran  las  más importantes masas forestales de alerce estuvieron durante mucho tiempo en disputa, pero desde 1970 cuatro de los más grandes fundos pasaron a ser propiedad del fisco (Pulamemo, Chancay, Pucomo y el Solar). Ver Cecilia Smith R. "Los alerzales de San Juan de  la Costa",  Boletín  n°2  del  Museo y Archivo Histórico Municipal. Osorno, 1995.

[22] No tenemos conocimiento de planes o proyectos a propósito de los alerzales de San Juan de La Costa y a propósito del estado actual  de  esos  bosques y de los problemas ligados  a  su explotación, ver de Víctor Quintanilla su artículo Problemas y consecuencias ambientales sobre el bosque de alerce debido a la explotación  de  la  Cordillera  Costera  de  Chile  austral, Universidad de Santiago, Depto. de Ingeniería Geográfica.