MI PADRE Y SU EPOCA

Al comenzar la escritura de otros relatos o pequeñas historias vividas o conocidas de cerca, una idea me ha perseguido: la de dejar un relato escrito sobre mi padre, a quien debo mucho de lo que ha sido mi vida y de quien tengo solamente recuerdos agradables y positivos. Fue para mi un personaje que tuvo una gran influencia en la formación de mi propia personalidad pues sabia transmitir con el ejemplo los mas importantes valores con los cuales yo he construido mi vida, he practicado las relaciones con los otros y he dado sentido a mi existencia. Nos inculcó a todos sus hijos e hijas el respeto por todas las personas, independientemente de sus condiciones de origen, sociales o culturales, asi como también el respeto por la naturaleza, la manera de cuidar los árboles, de ordenar el espacio natural, de cuidar en suma la biodiversidad.

Creo que muchos rasgos de su carácter, principalmente su sensibilidad hacia los otros, su espíritu cívico, su rigor en las acciones que emprendía, su sentido de la disciplina, viviendo su condición de ciudadano como una responsabilidad social, fueron afirmados primero por su entorno familiar, luego por un periodo de dos años de servicio militar que debió realizar en el regimiento Buin, en Santiago, y después por su condición de profesor y de director de escuela primaria. Mi padre no podía dejar de preocuparse de acciones o de situaciones que ocurrían en su entorno y que le parecían reprensibles, que contravenían el orden publico o que ponían en peligro a las personas o a sus bienes y siempre encontraba la manera de intervenir positivamente, inmediatamente o a posteriori. Estaba siempre disponible para ejercer un papel de conciliador o para mediar en las situaciones conflictivas. Estaba también dotado de una cierta intuición que le permitía adelantarse a los acontecimientos o descubrir el sentido escondido de las acciones de los otros. No era un hombre miedoso porque desde joven había pasado por muchas experiencias que le daban una gran confianza en si mismo. Su servicio militar realizado en Santiago, a pesar de la dureza del trato y de las escaramuzas obligadas para poder resistir, fue para él una experiencia de la cual extrajo muchas experiencias positivas.

Cuando volvió a Chiloé, mi padre había ganado en experiencia y  en instrucción, el período en el regimiento le había servido para cultivarse en la medida de lo posible, había leído la prensa y tenido acceso a algunos libros cultos, de manera que con su instrucción primaria que había sido de muy buena calidad, estuvo en condiciones de aspirar a ejercer la enseñanza primaria. Se hizo reclutar por la dirección provincial de Educación de Ancud y fue asignado a su lugar de origen, Calen, donde iba a ejercer durante muchos años en la escuela de hombres y a poco andar fue nombrado director y se le asignó un ayudante. A la vez se ocupaba de un predio de su propiedad de una quincena de hectáreas en la parte alta de Calen, no lejos de la casa familiar que estaba al borde de la playa, lo que le daba también la condición de pequeño agricultor y lo ponía en contacto con los problemas agrícolas del pequeño campesinado chilote.

Nunca me pregunté antes por la elaboración de los principios con los cuales mi padre vivió, por ejemplo su adhesión profunda a un principio que yo identifico con el laicismo, estaba bien lejos de la religión y creencias en fuerzas superiores al hombre el cual a su juicio estaba habilitado para construir su propia personalidad, para cultivarse a si mismo en diversas direcciones, para enfrentar cualquier desafío y forjarse un destino lo mas satisfactorio posible. Para él, la educación estaba en el centro de toda posibilidad de construirse una personalidad positiva y en tanto educador adhería a la idea de un progreso controlado por el ser humano para resguardar sus equilibrios interiores y exteriores, del cuerpo y del espíritu, pero también de su relación con la naturaleza.

No sé cómo, mi padre había llegado a un pensamiento próximo del positivismo, donde la idea de progreso, tanto en términos de avance y de mejoramiento del orden de las personas y de las cosas por la intermediación del conocimiento, se había convertido en una suerte de filosofía de vida. Por eso no adhería a las dos creencias ampliamente dominantes en su archipiélago natal, por un lado la brujería y por otro la religión católica. La brujería estaba en el contexto cotidiano de los chilotes y determinaba enormemente sus comportamientos, las tomas de decisión y las relaciones sociales. Hacía parte de la vida cotidiana de las gentes.

Los relatos de personas que visitaban a mis padres y que en las noches se instalaban en torno al fogón chilote para conversar, al calor y crepitar de las llamas giraban en una enorme proporción sobre acciones misteriosas, por cierto condenables de los brujos, como enfermedades o daños diversos que sufrían personas conocidas, a veces el mismo narrador. No había enfermedad mas o menos complicada, no había accidente casual ni acontecimiento catastrófico que no fuera atribuido a las potencias sobrenaturales ligadas a la brujería. La única manera de contrarrestar el mal era recurriendo a otro brujo considerado como mas potente. El brujo era siempre un indígena o mestizo muy apegado a la cultura indígena: “para ser brujo hay que ser de la raza” es una expresión que algunos chilotes han escuchado a veces de parte de los verdaderos iniciados. La brujería hacía parte de la cultura de los “naturales” (expresión de la época), es decir de los indígenas. Lo que en el siglo XIX explica, sino completamente al menos en parte, el proceso a un grupo de indígenas supuestamente vinculados a la “cueva de Quicaví”, cuartel general de la brujería, que el Estado republicano chileno, respondiendo a las solicitaciones de sectores chilotes de la ciudad, levantó contra los brujos de Chiloé. Fue lo que se llamó “el juicio a la Recta Provincia”.

Mi padre no participaba para nada de tales creencias y pienso que por su influencia mi madre, a pesar de ser sensible al miedo, no creía tampoco en la brujería. Le escuchábamos a veces, cuando se hablaba del tema, decir que él había recorrido mucho a caballo y a pie por distintos lugares de la gran Isla, de noche o de día, y que nunca se le habían presentado cosas extrañas o inexplicables, pero que de tiempo en tiempo observaba luminosidades o luces fuera de lo normal que según él debían corresponder a los llamados “fuegos de San Telmo”, u otro fenómeno completamente atmosférico, de la naturaleza en todo caso.

Siendo inalterablemente laico, mi padre no despreciaba ni subestimaba la iglesia Católica, sólidamente implantada en el archipiélago desde fines del siglo XVI y comienzos del XVII. No iba a misa ni a otros rituales católicos, se quedaba en su propiedad mientras mi madre arrastraba a los otros miembros de la familia a las ceremonias religiosas, ella era católica observante, se sabia los múltiples cantos y oraciones que se habían adaptado o inventado en el archipiélago. Yo prefería quedarme con mi padre, no me gustaba ir a la iglesia, no sé bien porqué, tal vez porque mis rodillas eran frágiles y sufría bastante al hincarme, por otra parte me sentía bien acompañando a mi padre porque él guardaba sus distancias con la iglesia. Era gentil conmigo, tal vez porque yo era un poco esmirriado cuando chico y me observaba un poco frágil, yo lo acompañaba en sus actividades en la huerta, en sus recorridos por la plantación de frutales o en las faenas del establo. Asi y todo, mi madre logró arrastrarme a la iglesia cuando yo cumplí los seis años para hacerme pasar la primera comunión. La ceremonia se pasó mas bien mal para mi, el señor se me atravesó en la boca y no lo pude tragar, le dije a mi madre y ésta me envió en la tarde de ese mismo día a ver al cura y confesarme. El cura me escuchó y me dijo que no era grave, que recite diez padrenuestros y que todo estaba perdonado, me dijo que me quede tranquilo. A mi me pareció todo eso demasiado fácil, lo discutí con mi madre y le dije que todo eso me sonaba muy falso, los pecados se redimían muy fácilmente y no costaba nada pecar. Fue la ultima vez que frecuenté la iglesia en tanto creyente.

Lo dicho no impedía que mi padre guardara buenas relaciones con los religiosos cuando tenia la ocasión de encontrarlos, conocía a varios porque en Chiloé no era difícil tropezarse con ellos y guardó relaciones con algunos que eran conocidos de mucho tiempo. Uno de ellos llegó a ser Capellán y general del ejército (que yo tuve la suerte de frecuentar en Santiago porque era mi vecino), y otro, que fue su alumno en la escuela primaria y a quien él estimuló a proseguir sus estudios porque era el alumno mas brillante y riguroso que tuvo en su escuela. El futuro cura Córdova fue tomado por la iglesia ( única manera de estudiar cuando no se tenia recursos) desde su salida de la escuela primaria de mi padre para ir al Seminario de Ancud y luego proseguir sus estudios en Roma, donde ejerció como una suerte de chambelán del Papa de la época. Mi padre lo frecuentó como amigo una vez regresado a Chile y establecido en Puerto Montt, tenia con él largas conversaciones sobre diversos temas, entre los cuales por cierto no faltaban aquéllos controvertidos para la iglesia. Esta relación se prosiguió en la ciudad-puerto, donde ejercía su ministerio.

A mi padre no le gustaba en absoluto la fuerte intervención que tenia la iglesia en la política chilota neutralizando de cierta manera todos sus esfuerzos por ilustrar a los niños y a los adultos para actuar como individuos libres y racionales. La iglesia apoyaba sin ambigüedades la política del Partido Conservador e intervenía directamente en su favor, de manera que se mantuvo con un poder real enorme en Chiloé mas allá de los años mil novecientos cincuenta, a pesar de los cambios aportados por el Frente Popular y los gobiernos que siguieron. Mi padre votaba por el Partido Radical que hacía de eje de la coalición que siguió en el gobierno después de la quiebra del Frente Popular y siempre tenia ocasiones de discutir, a veces ásperamente, los comportamientos de la Iglesia Católica. Por el resto, su espíritu tolerante hacía que no guardara la mas mínima animosidad hacia los padres de familia todos feligreses de la iglesia y que en la escuela su comportamiento era impecable en relación a sus alumnos. Era por lo mismo respetado por la gran mayoría de la gente en su localidad y fuera de ella y era a menudo buscado como hombre de buen consejo, conciliador y eficaz y siempre dispuesto a servir.  

De su vida y actividades en Chiloé he tenido ocasión de escribir en otra parte y por lo mismo no voy a extenderme aquí. Diré solamente que el abandono de Calen, la venta de su propiedad, incluida la mitad de la gran casa habitación, el viaje de la familia en goletas y la llegada a Puerto Montt marcan otro capitulo de su vida.  Es lo que quiero contar en las líneas que siguen.

Para instalarse con la familia en Puerto Montt y darse el tiempo suficiente para construir su propia vivienda, mi padre decidió comenzar por arrendar una casa que una de sus hermanas, la tía Sofía, tenia en Angelmó en la calle Independencia, corta calle que desembocaba frente a la entrada principal de las instalaciones portuarias. Pero el interés mayor de esta casa que podía arrendar era que el inmueble principal estaba acompañado de otra construcción donde funcionaba una panadería. A mi padre le interesó arrendar la panadería para tener una fuente de ingresos. El arriendo incluía el horno y las instalaciones que hasta ese momento el tío había logrado hacer funcionar, con beneficios que yo no podría decir. Conociendo la personalidad de la tía y su sentido de la oportunidad, me inclino a pensar que ella quería deshacerse de esa panadería porque a pesar de ser una de las pocas que existían en todo Puerto Montt el negocio no iba bien y prefería abandonarlo ganándose de paso un arriendo.

Los tiempos en realidad eran bien difíciles para las pequeñas y medianas empresas en esos tiempos de transición (fines de los años 1930 y década siguiente) principalmente por las movilizaciones reivindicativas de los obreros al calor de la campaña electoral promovida por el Frente Popular y luego por el triunfo electoral de esta coalición progresista y su nueva política favorable a los trabajadores. También la inflación comenzaba a dispararse. Las relaciones de trabajo estaban en esa época poco normadas, los obreros carecían de tradición sindical y de disciplina y actuaban muchas veces al margen de las reglas que se iban fijando, lo cual desmoralizaba a los pequeños patrones. El otro gran problemas de esos tiempos era el crédito, no había crédito para pequeñas ni medianas iniciativas manufactureras, la política del Estado estaba preocupada de los grandes proyectos: industria siderurgia, explotación minera, etc. Los agricultores alemanes ricos de Osorno habían creado el Banco Osorno y la Unión que tenia agencia en Puerto Montt, pero que prestaba casi exclusivamente a los grandes agricultores. Los pequeños y medianos empresarios casi forzosamente tenían que caer en manos de comerciantes usureros o de otros prestamistas.

Con todo, mi padre decidió tentar la experiencia de la panadería sin tener ninguna experiencia en el rubro, contrató un equipo de obreros con experiencia y se buscó un socio encargado de la distribución en la ciudad, de relacionarse con la clientela y de distribuir él mismo con su propio birlocho tirado a caballo. Este era el capital que el socio ponía en la sociedad. Mi hermano mayor ayudaba también en la distribución en el barrio antes de ir al colegio y también cuando tenia tiempos libres, no le gustaba mucho estudiar y me parece que ese trabajo lo hacía muy gustoso. Mientras tanto, mi padre se ocupaba del aprovisionamiento y de las relaciones laborales. La sociedad duró poco mas de tres años pero para mi padre fue como si hubieran pasado diez, a tal punto la gestión de la panadería fue para él, sin experiencia en el rubro, un dolor de cabeza y una fuente de pérdidas que casi terminaron con su poco capital personal.

Primero fueron las dificultades con "los panificadores", era asi que se hacían llamar, que no eran nada de fácil de resolver en función de la ausencia de una cultura de trabajo que no favorecía para nada la responsabilidad laboral. Las ausencias de uno o dos trabajadores por noche eran frecuentes a causa del alcoholismo reinante y por la misma razón era frecuente que el pan saliera del horno mal cocido, o al contrario simplemente quemado e incomible. Si el periodo era de reivindicación salarial y de movilización , entonces la presión se hacía por la calidad del pan que salía del horno y en tales días era corriente que saliera el equivalente de cuatro o cinco quintales de harina en forma de pan completamente quemado. Nada valían las reprimendas ni los consejos del patrón o del inspector del trabajo, mi padre debía simplemente acceder a las demandas salariales sin discusión. No había autoridad que pudiera interceder, el sindicato se oponía a los despidos de los trabajadores que no cumplían y la posibilidad de una mediación no existía.

Por el lado de la distribución, el socio hacía su trabajo sin ningún control y mi padre al comienzo del segundo año empezó a tener dudas sobre su honradez porque sus propias cuentas no se ajustaban a las cuentas del socio. Puso a mi hermano mayor a trabajar con su asociado, pero como mi hermano estudiaba no podía ocuparse de la distribución sino muy temprano antes del colegio y sobre todo en el barrio. De manera que los desajustes de cuentas continuaron y mi padre decidió romper la sociedad. A ese estadio, había comenzado a endeudarse con el comerciante proveedor de harina, para no tocar una pequeña reserva que había depositado en la Caja Nacional de Ahorros prefirió comprar a crédito. El comerciante, también había salido de Chiloé y era vecino de calle de apellido Bahamonde: le entregaba la harina a cuenta y mi padrea pagaba a plazo, pero pagando un interés usurero y a la larga mi padre no pudo seguir utilizando el mismo mecanismo. Por suerte, en el segundo año de estadía en la ciudad había podido construir su propia casa, pudiendo abandonar la casa arrendada a la tía, la que a su vez fue subarrendada, pero guardando la panadería. Duró con la panadería dos años mas pero no pudo seguir adelante. Era necesario que mi padre emprenda otra actividad, pero ¿cual ?

Su nueva actividad iba a ser en torno a la comercialización de leña y madera. El mercado puertomontino de estos  rubros era enorme y el aprovisionamiento en Angelmó seguro, pues el producto venia en abundancia de Chiloé o de las islas mas próximas en lanchas y en goletas cargadas de ulmo, de luma y de tepú principalmente. La leña llegaba en varas, es decir la medida española de 0,835 mm. de longitud que se usaba y se usa todavía tradicionalmente en Chiloé y en todo el sur del país. En Angelmó, el problema era el desembarque y su transporte a la gran bodega y taller donde estaba el aserrío porque en la época en Angelmó no había molo de atraque para las lanchas veleras y embarcaciones menores y entonces el acarreo se debía hacer desde la playa a las bodegas, faena para la cual se empleaban carretones tirados a caballo. No era fácil, porque nada estaba programado con anticipación, las lanchas se presentaban en cualquier momento, sin aviso, y las compras se hacían sobre el momento aprovechando una buena ocasión y entonces recién se iba a buscar el carretonero disponible, cosa que no era evidente porque ellos tenían otras solicitaciones en la ciudad, mismo si Angelmó era un punto adonde tendían a concentrase porque allí había gran actividad. Confiar en el compromiso de un carretonero para el día siguiente era un sueño, era como ganarse la lotería y por eso era obligado buscarlos sobre el momento.

La leña era trozada a una medida única que entrara en los hornos de las cocinas, en la época era la única forma de tener fuego en las casas y asegurar la preparación de la comida familiar. Los pequeños trozos iban a venderse por vara, que por cierto no era la vara cuadrada, sino la acumulación superpuesta de los trozos de una longitud y altura de 1 vara. La distribución se hacía a los distintos puntos de la ciudad, después de haber convenido previamente el precio y el momento de la recepción con los clientes y para la entrega debía recurrirse otra vez a los carretoneros. Encontrar el carretonero disponible era siempre un problema pero no había otra solución que contar con ellos, aun sabiendo que los conductores del carretón se emborrachaban y no hacían las entregas oportunamente y mas de alguno se permitía escamotear una porción de leña...  Dolores de cabeza para mi padre…

A mi padre le parecía tan anormal el comportamiento caótico de los carretoneros que llegó a la conclusión que no valía la pena tratar el problema individualmente y que debía encontrarse una solución mas general. Se le ocurrió que debían organizarse en un sindicato o asociación para poner un poco de orden en sus actividades, tanto mas que con el Frente Popular había mas facilidades para legalizar un sindicato. Comenzó a hablar con los que mejor conocía y les planteó las ventajas que podrían ellos obtener con la organización y al mismo tiempo el mejoramiento del servicio a los clientes. Provisoriamente decidieron crear un comité de adherentes. Mi padre preparó un documento sobre las reglas que debían respetar los sindicalizados y lo discutió con ellos, los otros invitaron a otros colegas y así se repandió la idea. A los seis meses se inauguró el Sindicato de Carretoneros de Puerto Montt con asistencia de autoridades y todo. Mi padre había descuidado un tanto su propio negocio pero estaba feliz de su acción y reconocido por los carretoneros que por cierto comenzaron poco a poco a cambar su comportamiento caótico.

Su negocio no era nada de brillante a pesar de que buscaba maneras de animarlo tomando iniciativas diversas, entre otras la de comenzar el desmonte de un bosque que poseía en Choen, cerca de Quemchi, en Chiloé, para hacer leña y hacerla venir directamente a Puerto Montt. El negocio le permitía estrechamente educar a las hijas y a los hijos pero cuando nos hicimos mayores y los estudios exigían otros desembolsos entonces empezó a tener serias dificultades. Intentó complementar su leñería con la adquisición de un equipamiento para elaborar madera: sierra, cepillo y machihembradora. Se endeudó para ello, hipotecando la casa que había construido y puso en juego sus últimos “cartuchos” como pequeño empresario. El negocio no marchó, los intereses usureros del préstamo se acumularon y finalmente se dio por vencido decidiendo vender su casa a pérdida. A todo esto, por suerte, dos de mis hermanas habían comenzado a trabajar y eran de gran ayuda para la economía familiar. 

La venta de la casa significaba que tenía por delante dos tareas: encontrar disponible para tomar en arriendo una casa habitación para familia numerosa y una actividad económica a la cual dedicarse para poder tener algunos ingresos. A esto se mezclaba una idea que acariciaba un poco secretamente desde hacía algún tiempo, un poco como respuesta a las dificultades de la vida en la ciudad : volver a Chiloé, pero no a Calen sino a Choen lugar donde poseía un terreno de alrededor de 28 hectáreas, predio en el cual iba a construir una casa-habitación con ocasión un viaje especial que duró dos meses, tiempo que le permitió construir la obra gruesa. Otros viajes seguirían para terminarla, con la ayuda de mi hermano mayor que ya se había hecho grande y que le encantaba acompañarlo en sus empresas. Sin embargo, mi madre no quería saber nada de ese proyecto y además quedaban tres hijos estudiando…Cómo resolverse a dejarlos sin estudios? La negativa de mi madre a acompañarlo hizo que a la vuelta de un tiempo se decidió a vender esa propiedad, quemando con ello la ultima nave que le habría permitido el sueño de volver a su tierra de origen;

Optó por arrendar en Puerto Montt, pero en las afueras de la ciudad donde existían casas que disponían de grandes terrenos todavía agrícolas. Había decidido matar dos pájaros de un tiro: arrendar la casa habitación para alojar la familia y arrendar el terreno en torno para dedicarse a la horticultura. Encontró una propiedad en la parte alta, al oeste de Bellavista, sector El Ánima, que disponía de un terreno de media hectárea, completamente limpio. Pertenecía a una familia acomodada que había salido de Chiloé y que vivía en la parte baja de Puerto Montt. Allí se reencontró con la tierra de cultivos que era una de sus pasiones favoritas. Cultivaba papas, hortalizas de varias especies, engordaba cerdos para el autoconsumo y también aves de corral. A los excedentes, sobre todo de papas le buscaba mercado en la ciudad, así como también a diversas legumbres que producía en grandes cantidades. Recuerdo que durante un periodo de dos años pasó un contrato con la base naval para aprovisionar con legumbres los comedores del personal establecido en Puerto Montt. Después del segundo año, viendo que los precios pagados por la intendencia de la marina estaban congelados, sin considerar la inflación que era importante, decidió romper el contrato y trató con mucha dificultad de hacerse de clientes en la ciudad pero desgraciadamente no tuvo ayuda para organizar una red de distribución.

Sus preocupaciones empresariales no lo desligaron completamente de Chiloé, primero para construir la casa de Choen, para traer leña y animales  de la Isla Grande y luego porque sus coterráneos de Calen y de los alrededores, pasaban a saludar a su ex maestro con ocasión de sus viajes a la Patagonia. Esto empezó a suceder muy pronto y mi padre se dio cuenta de las condiciones difíciles en que estos chilotes emprendían la aventura: con muy pocos medios llegaban a Puerto Montt con sus sacos de viaje y se apiñaban en la entrada del molo portuario porque no podían pagarse una pensión o un albergue y debían estar allí varios días a la espera del barco que habría de llevarlos a Punta Arenas. Mi padre se dio cuenta que era una situación inaceptable y decidió agrandar una bodega que estaba construyendo contigua a la casa principal. La construyó sobre pilotes, para tener espacio en el subterráneo, dejando una gran sala que prestaba gratuitamente a sus compatriotas chilotes que se dirigían a las faenas de la esquila de ovinos, u otras, en la región de Magallanes. Allí se acomodaban para dormir, y para comer podían faenar algo de comida caliente en el pequeño patio interior dejado por las dos construcciones casi contiguas. Asi, además, todo el tiempo tenia noticias de su tierra, de la agricultura y de la gente que conocía, tierra que seguramente muchas veces lamentó en su fuero interno haber dejado. Pero por sobre todo estaba su responsabilidad con el estudio de los hijos. 

Volver a la tierra en Puerto Montt, significó para él una oportunidad de volver a la actividad agrícola aun cuando fuese a una escala muy reducida, estaba seguro asi de llevar una vida mas tranquila, mas de acuerdo con su temperamento y mas adaptado a su manera de ver la vida, la naturaleza y los hombres de cualquier condición, sobre todo después de sus estresantes tentativas empresariales. Venían a visitarlo conocidos y amigos de Chiloé y de la región, también gente de la familia de él y de mi madre. Las puertas de su casa estaban siempre abiertas para los visitantes y eso le permitía continuar con una práctica de sociabilidad bien chilota. Tenia un vecino de origen alemán con el cual hizo amistad, era de apellido Nicklischek, dueño de una gran propiedad con un terreno de cultivo de superficie considerable, pero que era un apasionado de las flores y se ocupaba diariamente de sus rosales en sus de diversa variedades y de varias otras especies que eran sus preferidas. Con él tenía largas conversaciones, a pesar de que el alemán dominaba poco el español, intercambiando opiniones sobre los cultivos, el tratamiento de la tierra, el uso del agua en tiempos secos y otros temas. El alemán, contrariamente a mi padre, había ganado mucha plata con una gran panadería y pastelería, una de las cuatro panaderías de la ciudad, tenia el personal suficiente como para él liberarse del negocio y poder dedicarse a su pasión que eran las flores. Nosotros bromeábamos con nuestro padre a propósito de sus conversaciones con el gringo, diciéndole ¿Qué clase de conversación podía establecerse entre un apasionado de las flores y otro apasionado de las papas?

Seguía viviendo y cultivando en el sector del Ánima cuando yo partí a Santiago para ingresar a la Universidad de Chile. Me acuerdo que la primera vez me acompañó a la estación de ferrocarril, ayudándome a portar mi pesada maleta, una mañana temprano, a las siete de la mañana, por suerte libre de lluvia, teníamos que andar cerca de dos kilómetros. La mayor parte del tiempo fue él quien cargaba con la maleta, no me dejaba que yo lo haga pues tenía para conmigo algo asi como una deferencia particular, creo que desde siempre me prestó una atención particular atribuible tal vez a mi estructura un poco frágil, pero también una suerte de respeto por mi afición a los libros. La situación económica no permitía irse a la estación en un medio de locomoción, llamar uno de los escasos taxis de la ciudad o arrendar un carretón tirado a caballo, eran las únicas posibilidades y estaban fuera de nuestro alcance. Con ocasión de las primeras vacaciones largas que tuve, se me presentó la ocasión de ser yo quien le iba a dedicar una atención particular a él.

Bellavista era una población vecina de nosotros, popular y con mucha pobreza, un terreno favorable para la emergencia de una porción de ladrones que ejercían sus actividades delictuosas en la ciudad, pero también en las vecindades cercanas a Bellavista de manera que mi padre recibía sus visitas dos o tres veces al año. Al término de mis primeras vacaciones viniendo de Santiago, iba a producirse una de esas visitas, era el comienzo del mes de marzo y el verano se estaba prolongando, la noche se presentaba magnifica, con cielo despejado y temperatura tibia. Todo invitaba a prolongar la tertulia familiar de la velada y nos acostamos tarde. Yo dormía profundamente cuando sentí que mi padre me despertaba, sin ruido, diciéndome muy bajito que había escuchado ruidos por el lado de los galpones y que tal vez habían entrado ladrones que querían llevarse algo.

Mi pieza tenía una ventana que apuntaba hacia los galpones y la luna alta en el cielo aclaraba completamente la noche facilitando la visión nocturna, pero las sombras de los arbustos y de matas diversas en los senderos y jardín dificultaban la visión total. De todas maneras, en un momento, lo mismo mi padre que yo, vimos como una sombra que arrastraba algo a lo largo de una acequia, mi padre dijo que tal vez querían llevarse un cerdo y abriendo muy silenciosamente la ventana decidió disparar su escopeta, el tiro partió y yo tuve la impresión que una sombra caía a tierra. Mi padre no estaba seguro, pero yo me quedé convencido de que el hombre estaba muerto. En todo caso, por precaución decidimos que esperaríamos al día siguiente para ver lo que en realidad había pasado.

Volvimos a acostarnos, pero yo no podía encontrar el sueño y decidí ir al cuarto de mis padres para conversar del incidente. Mi padre estaba también despierto y conversaba con mi madre, me tendí a su lado y le dije lo que yo pensaba: si el hombre estaba muerto era porque yo había disparado el tiro y no él. El tenía ya una cierta edad y muchas responsabilidades con la familia mientras que yo no tenia compromisos de ningún tipo y podía pasar algunos días en la cárcel hasta el esclarecimiento de los hechos.  Esta iba a ser la declaración que debíamos hacer a la policía. Mi padre rehusó de plano mi idea, no me dijo que apreciaba mi gesto pero me di cuenta que se sintió tocado en lo intimo, dijo que de todas maneras había que ver, él creía que no había ningún muerto. Mi madre, sin haber asistido al incidente era también del aviso que no había pasado nada…manera de no pronunciarse ni por el padre ni por el hijo…

Al día siguiente, lo único que encontramos fue un cerdo semi- muerto extendido en la acequia, todavía vivo pero en muy mal estado por un golpe de piedra que había recibido a la altura de la frente, el ladrón sorprendido por el disparo soltó presa, al mismo tiempo que se tiraba a tierra  y después huyó escondiéndose entre las matas. 

Mi padre era un gran caminante y en sus momentos libres no dejaba de recorrer los alrededores para mantenerse en forma, observar y conversar mucho con la gente que encontraba, a veces dando consejos, otras veces una información útil, o una ayuda posible. A veces se aventuraba lejos si el tiempo se portaba bien. Fue asi, conversando en el camino con alguien, como se informó que en el lugar llamado Alto de la Paloma, a pesar de vivir allí un veintena de familias con numerosos niños, no existía escuela primaria y que los niños debían hacer un largo trayecto para ir a escuela de La Paloma, distante varios kilómetros, por lo mismo casi todos se quedaban sin escuela. El educador que había en mi padre, no podía aceptar tal situación, se enteró de que las diversas gestiones realizadas ante la dirección provincial de Educación no habían dado resultado y entonces les propuso a los padres de familia la creación de una escuela particular o privada, pero ¿donde encontrar un profesor que aceptase trabajar unos primeros meses sin sueldo hasta que le llegue la subvención que debería solicitarse a las autoridades correspondientes?

No encontró a ningún joven que aceptase su proyecto y entonces decidió el mismo empezar con la creación de la escuela y dejarla una vez que se aprobara la subvención. Solamente que la escuela estaba a unos 5 Km. de su residencia y la locomoción directa no existía, de manera que el camino debía hacerse a pie. No importaba! Ya he dicho que era un gran caminante y desde que puso en marcha el proyecto de escuela salía todos los días de su casa antes de las ocho de la mañana, premunido de una mochila que le servía para sus cuadernos y libros de trabajo y también guardar su bastimento para poder volver al final de la tarde, eso durante los cuatro días de la semana que duraban los cursos. Estaba feliz con su vuelta a la enseñanza y feliz de reencontrar la infancia escolarizada. Los padres de familia le hacían una acogida calurosa y agradecida. A los seis meses, efectivamente, obtuvo la subvención fiscal que comenzó a correr desde la fecha de la creación de la escuela. Decidió terminar de todas maneras el año escolar, pero debía encontrar un profesor para el próximo año y pensó en una prima nuestra, huérfana, que habíamos acogido mientras terminaba en el Liceo. Así pudo desligarse de la escuela y asegurar la mantención de la subvención pública al mismo tiempo que resolver el problema de un primer empleo para su sobrina política. La escolarización de los niños de Alto de la Paloma había sido resuelto de una manera casi expeditiva por mi padre, hombre pausado y sereno, pero que cuando una idea estaba en su cabeza, no importa cómo, tenia que tomar forma real…

Siguió viviendo en Puerto Montt pero había abandonado la casa y el terreno arrendados en El Anima para vivir en la calle Guillermo Gallardo, en el centro de la ciudad, donde pudo arrendar con el apoyo económico de mis hermanas. Allí habitó hasta el terremoto de 1960 el cual afectó seriamente algunas de las habitaciones interiores, de modo que desde que fue posible mis hermanas instalaron a mis padres en una pequeña casa para damnificados del siniestro que había sido atribuida a mi hermana menor. Estaba localizada en el segundo plano de la ciudad en la nueva población Graciela Carvajal próxima al antiguo barrio conocido como población Lintz.

Mientras tanto, mi hermano mayor había decidido hacer el servicio militar y luego iba a enrolarse en la marina de guerra, yo continuaba mis estudios en la Universidad y mi hermana y hermano menor continuaban también estudiando. En su nueva residencia mi padre se aburría y no le satisfacía el solo ejercicio de leer la prensa o de recorrer el barrio o la ciudad y encontrarse con amigos y conocidos, de conversar con mucha gente y también de visitar algunos familiares lo que le permitía estar al corriente de la vida citadina. Necesitaba estar con alguna ocupación útil. Le habría gustado emprender alguna nueva actividad pero no tenía los medios para hacerlo, la educación de los hijos había sido y seguía siendo, en menos medida es cierto, una carga costosa.

De manera que cuando mi hermano comenzó a ganarse la vida en la marina y yo también haciendo ayudantía en la Universidad y clases nocturnas en un Liceo santiaguino, nos pusimos de acuerdo los hermanos y hermanas para comprarle un terreno de 25 hectáreas que estaba a la venta en Tepual, no lejos del lugar donde iba a construirse el aeropuerto del mismo nombre, de modo que pudiese, a pesar de estar por encima de los setenta años, proseguir con una pequeña actividad en el campo y volver a la vida rural. Fue así como el último periodo de su vida estuvo estrechamente vinculado a Tepual, localidad a 15 Km. de Puerto Montt sobre la ruta de los Muermos y el Pacífico. 

Como el lugar no estaba lejos de la ciudad, podía ir en bus y volver en el día, o bien podía quedarse a dormir en casa de nuestra hermana mayor que tenía casa y terrenos en Tepual. Mi padre apreciaba mucho a esta hermana, que era directora de la escuela primaria del lugar, la cual le correspondía con muchas deferencias y atenciones. Tanto mas que había abrazado la carrera de maestra gracias a él, quien gracias a una especie de red de información que practicaba a su manera había descubierto un lugar abandonado en la cordillera frente a Chiloé donde los pobladores se quejaban de la carencia de una escuela para evitar el analfabetismo.

Efectivamente, en Cholgo había un conjunto de veinte niños en edad escolar que no podían pagarse la escuela yendo a la localidad de Río Negro, hoy Hornopirén, situada a 30 kilómetros de distancia y a 3 o 4 horas de bote a remo. Para mi padre, allí tenia que haber una escuela y tal vez era una oportunidad para mi hermana en busca de trabajo. Mi padre le ayudó a preparar una carpeta para solicitar la creación de una escuela en ese lugar “botado” de la mano de Dios y ella se presentó como candidata para ir a ese lugar aislado. Tan aislado que las únicas posibilidades de llegar allí era en lancha a vela, o a motor si había alguna rara ocasión, la carretera austral no existía en esos años. Mi hermana hizo allí su primera experiencia de maestra rural y después de aproximadamente seis años solicitó su traslado a Puerto Montt porque las condiciones de aislamiento dificultaban mucho la vida de familia que estaba iniciando. Se instaló entonces en Tepual, lo que explica las informaciones sobre el terreno y lo que viene después…

De manera que mi padre tenia lo indispensable como para entretenerse largamente. En Tepual no habían buenas tierras para la agricultura ni tampoco para el pastoreo, eran terrenos con suelos muy delgados con sustrato laterítico y por lo mismo con muy mal drenaje, por lo mismo había pocos ocupantes y las tierras eran baratas. Los tepuales era lo que mas abundaba en el bosque primario y lo que mas dificultaba el limpiado de los terrenos por el tipo de enraizamiento entrecruzado y horizontal que desarrolla esta especia vegetal. Pero no importa, la parte mas próxima de la ruta estaba desmontada y a lo menos podía alimentar allí un par de vacas (en realidad llegó a mantener seis vacas y su caballo) y en cuanto a la huerta iba a ocuparse con una energía y voluntad encarnizadas.  De todas maneras no le faltó de qué ocuparse y pienso que pasó sus últimos diez o doce años de vida mas que entretenido.

Empezó por construir una pequeña y simple casa de madera de dos cuartos mas una sala grande que le iba a servir de cocina y cuarto de estar, una pequeña pieza de recibo y otra de dormir. Detrás de la pieza grande estaban el baño y la leñera. Todo muy elemental que él fue terminando poco a poco de una manera un poco rústica. Al mismo tiempo que continuaba la construcción de los interiores de la casa se ocupó de cercar la propiedad, habilitar algunos pequeños potreros y sembrar pastos como para mantener los animales. También cerca de la casa cercó un espacio de una media hectárea donde iba plantar una mitad con manzanos y la otra mitad reservada para huerta, donde mi madre en el verano iba a poder cultivar flores y al mismo tiempo ayudarle en la legumbres.

En Puerto Montt pasaba muy poco tiempo y desde que podía partía a Tepual para pasar allí varios días, había hecho un mínimo de aprovisionamientos para sus estadías, tabaco, mate, papas, harina. Desde Puerto Montt llevaba carne, frutos y legumbres frescas en su mochila. A veces, como era un gran caminante cuando el tiempo se prestaba, decidía ahorrarse el pasaje en bus y prefería hacerse a pie las tres o cuatro horas de marcha hasta Tepual, esto cuando estaba en los setenta y siete o setenta y ocho años. En Tepual mantenía también un caballo y sus aperos necesarios para montar haciendo con él cortos desplazamientos para visitar los vecinos, ir a Las Quemas, el pueblo mas próximo, o a Las Caguachas, localidad detrás de Tepual, en dirección del río Negro.

En sus desplazamientos y contactos con la gente  del lugar se dio cuenta que los pequeños agricultores del lugar que vivían de su propia producción tenían en su mayoría una explotación muy precaria ligada a la escasa y mala calidad de la tierra y a la exigüidad de los recursos de capital, y escasos pastizales para los animales, llevando así una vida que no era nada fácil. A lo anterior se agregaban las dificultades de obtener créditos para cualquier mejoramiento técnico que quisieran emprender sea con los animales sea con la agricultura. La agencia del Estado de ayuda a los campesinos que era el INDAP era desconocida en el lugar, separado de Puerto Montt por apenas 15 kilómetros! Esto le pareció increíble, y mi padre de nuevo se armó de su voluntad quijotesca y se puso en campaña para obtener la ayuda de la agencia estatal a los pequeños agricultores de Tepual. Montó en su caballo, recorrió el vecindario a la búsqueda de buenas voluntades, explicándole a cada uno el porqué de la necesidad de organizarse y logró sensibilizar a gentes que nunca habían imaginado organización para nada. Su discurso fue que no habría ayuda ninguna, y tal vez nunca, si ellos no tomaban la iniciativa para crear una organización de base. Por ahora, esta era la condición que ponía INDAP para intervenir en Tepual. Les explicó los beneficios que podrían obtener, las ayudas posibles, el apoyo técnico, la formación, etc.…Así surgió la Asociación de Pequeños Agricultores de Tepual, organización que iba a obtener diversas ayudas en beneficio de un cierto avance en las actividades de los campesinos, principalmente en drenajes, en cercos, en fomento de pastos mejorados para los animales y en ayuda técnica. Mas tarde INDAP, ya conociendo las condiciones locales, iba a contribuir con algunos pequeños programas experimentales de tipo forestal en zonas muy húmedas.

El triunfo de Salvador Allende le interesó mucho porque la situación de precariedad económica se había agravado en los años previos a su llegada al gobierno, lo veía como una especie de nuevo Frente Popular, aunque no tenia los elementos necesarios para apreciar la diferencia y seguía paso a paso la evolución de la política nacional, veía con simpatía ese gobierno y se inquietaba de los desbordamientos de la derecha y de la izquierda. En esos años leía mucho la prensa y se informaba del país y del mundo, a pesar de que había perdido mucho en capacidad visual y en concentración. Desde 1972 había disminuido sus desplazamientos y actividad en Tepual, había perdido en movilidad y se quedaba mucho mas en casa, allí recibía permanentemente visitas de parientes y amigos, con los cuales sostenía conversaciones animadas.

En los últimos meses antes del golpe militar de 1973, se inquietaba mucho de la subida de las protestas contra el gobierno de Salvador Allende y de los desórdenes y desorganización reinantes en el país y en su ciudad. Creo que se dio cuenta que Salvador Allende estaba perdido y no iba a durar y su muerte yo siempre la he interpretado como un signo de lo inevitable, pues ocurrió un día antes del golpe de Estado. Por el estado de las comunicaciones y el transporte yo no pude llegar a Puerto Montt sino al día siguiente de sus funerales, pero por mis familiares supe que muchos cientos de personas de toda condición asistieron a despedirlo y a expresar sus condolencias a mi madre y a los familiares que la acompañaban.

Su muerte fué a la medida del hombre tranquilo que yo conocí y que siempre admiré: en su lecho de muerte mantuvo todas sus facultades mentales, no tuvo ningún miedo de la muerte, hizo venir a los familiares que mas apreciaba y se despidió de ellos serenamente con palabras amables y agradecidas: una sobrina muy querida por él y una de sus hijas fueron las últimas personas a las que tendió la mano…